martes, 28 de julio de 2015

25ª Historias y leyendas de Igüeña a Quintana Fuseros, Viejo Camino de Santiago

25ª: Historias y Leyendas El Viejo Camino de Santiago en la provincia de León.
              Rosa Fadón y Rafael Cid

Entre Igueña y Quintana Fuseros no llegamos los primeros

Vale la pena detenerse en Quintana y comprender toda la historia que atesoran sus piedras.



Antes de salir de  Igüeña tomamos un café en el pueblo y el alcalde nos informó de que encontraríamos el Camino limpio y bien señalizado, incluso con un cartel que alerta de las colmenas. También supimos que va a habilitar un alberge municipal, iniciativa que ya otros han tomado y que agradecemos los peregrinos del Viejo Camino de Santiago. 

Los paisajes que se divisan ante nuestros ojos son cada vez más hermosos a medida que vamos tomando altura. Típicos del Bierzo Alto, hasta nos agradan las heridas causadas a la tierra por las antiguas explotaciones mineras que brillan al sol como refulgentes armaduras. 

Después de colocar unas piedras a modo de improvisado puente cruzamos el arroyo de San Martín, topónimo que evoca el desaparecido monasterio medieval. Ascendemos la empinada sirga y a  unos cien metros vemos entre las raíces que han quedado al descubierto al efectuar la limpieza del sendero, unas grandes losas de piedra que pertenecen a la necrópolis del monasterio. ¡Cuánta vida y quehacer guardan!

El Cruce entre la Vía militar romana y la Vía a la Corte asturiana estuvo marcado por la famosa Cruz Alta.

¡Cuesta trabajo pensar que aquí hubo Vías muy importantes! De ellas queda solamente una bifurcación en el sendero, que es lo que se llama Cruce o Cruz Alta, donde llegaban dos caminos. Uno se dirigía a Asturias, restaurado por el rey Mauregato, que es por el que nosotros venimos peregrinando desde la cabecera del Vallegordo, el otro fue una vía militar romana anterior a la Vía Nova, después Camino Real a Castilla hasta que en el siglo XVIII reinando Carlos III, el coronel del cuerpo de ingenieros Carlos Lemoure, eligió un nuevo trazado por la actual carretera nacional. 

Había allí un monumento de piedras, que posiblemente existía ya en época prerromana cuando era costumbre dejar una piedra como ofrenda al Dios de los caminos y en época romana al del comercio, Mercurio. Seguro que con la cristianización se cambió por un bonito crucero de piedra, que sirvió de modelo a la actual Cruz de Ferro de Foncebadón. Mi amigo Ovidio y yo, al contemplar la desolación actual, hemos soñado con que se instalara de nuevo y llevase tallada en la cruz una escena que represente a San Martín, patrón del monasterio, cortando la capa que ofrecería al aterido peregrino. De un brazo de la cruz colgaría la concha y del otro la calabaza, que son trasuntos escuetos del alfa y el omega que cuelgan de la Cruz de los Ángeles asturiana. A los pies, en bajorrelieve, a modo de mecenas medievales figuraríamos los dos con atuendo peregrino. 

La Cruz Alta fue totalmente destruida en el año 997, al igual que la villa de Taurón, por las huestes de Almanzor, que en una brillante operación de marketing sembró el terror hasta Santiago, llevando las campanas de su catedral a Córdoba y transmitiendo la noticia de sus victorias a través del Camino por los peregrinos de  toda Europa. A partir de entonces dejó de conocerse como la Cruz Alta y pasó a denominarse la Cruz Cercenada. 

Nosotros creemos que este lugar se merece el nuevo crucero. Quizá pueda ser construido bajo el patrocinio del ayuntamiento, de las Asociaciones del Camino o incluso del Banco de Santander, porque os diré que fue nombrado José Antonio Álvarez Álvarez, Consejero Delegado de dicha entidad por Ana Patricia Botín en noviembre de 2014. Para nosotros que siempre contamos historias de antaño esta noticia de actualidad nos llena de orgullo, por tratarse de un paisano a la vez leonés y de Quintana Fuseros. Así que, Don José Antonio le emplazamos para que sea el primero en dar la noticia: “Banco de Santander patrocinador del Viejo Camino de Santiago o de la Montaña...”    

Con nuestras divagaciones de peregrinos nos acercamos a Quintana de Fuseros, donde nos esperaba Ovidio Molinero, historiador local, excompañero de trabajo y sobre todo amigo, para mostrarnos los alrededores de la localidad y los lugares de interés. Antes de entrar en el pueblo, tres carteles distintos señalan tres itinerarios diferentes del Viejo Camino Olvidado. Algunos compañeros ya han seguido las invitaciones sin detenerse en Quintana y eso que aquí, en el antiguo monasterio, pernoctaron la reina Leodegundia y su séquito en el año 902.

El monasterio de Santa Leocadia Catinera conserva sus ruinas en lo alto del pueblo y en el corazón de las gentes sus milagros.

Nosotros nos reunimos en la Iglesia, para conocer su historia a través de los santos  locales. Comenzamos por la imagen de Santa Leocadia, procedente del arruinado monasterio. A mi me pareció que nos observaba llorando mientras decía “yo, que a tantos peregrinos he acogido bajo mi protección veo qué pocos venís hoy a visitarme”

Leocadia es patrona de Toledo donde nació y fue mártir, en tiempo de Diocleciano. En su honor se levantaron allí tres templos y en el que estuvo sepultada, se celebraron los concilios de Toledo. Tras la invasión musulmana, para evitar que sus restos fuesen profanados, se trasladaron a la Corte cristiana, a Oviedo. En el traslado se obraron muchos prodigios y se le dedicaron santuarios en su nombre que por cierto en griego significa “Defensora del pueblo”. También en Quintana puso su mano milagrosa y Ovidio nos contó la historia del monasterio construido bajo su advocación. A él se la contó el maestro en la escuela y la recoge la tradición...

Hubo una Condesa en Quintana (quizá la misma esposa del Conde Gatón), tenía un hijo que jugaba con otros niños de su edad, se refrescaban junto al río, cuando de repente una impetuosa tormenta de verano hizo crecer tanto al arroyo, que el hijo de la condesa resbaló y fue arrastrado por la corriente. Mientras nos lo cuenta nos señala el lugar, que tiene un puentecito. Visto y no visto, el niño desapareció en las embravecidas aguas. Sus compañeros asustados le buscaron sin éxito y dieron la alarma en el vecindario, que acudió presuroso, a pesar de que la tormenta no cesaba. El niño no aparecía así que avisaron a la Condesa, que desolada acudió con sus suplicas al cielo, pues ya sólo el Todopoderoso podía salvar a su hijo, prometiendo a Santa María y a Santa Leocadia construir un templo si encontraba al niño sano y salvo. Entonces encontraron río abajo una barrera de troncos, con los que los labradores hacen presa para regar las praderas colindantes con el río y allí estaba el niño retenido, junto a los prados del Fontanal ¡Estaba vivo! Y su madre cumplió la promesa y levantó el templo en honor de la santa.

Mi amigo Ovidio me contó a continuación, que en el siglo VII los santos Moisés y Valerio fundaron con una comunidad de monjes el monasterio bajo la advocación de Sta Leocadia Catinera que tiene a sus pies una catina o plato con el que la santa daba de comer a los pobres.
Este monasterio suena parecido a Sta Leocadia Castañera, pero no hay que confundirlo, pues como dijimos, hubo más con su nombre. 

Después el Obispo Indisclo convirtió el monasterio en parroquia. Siendo obispo San Genadio  (909-919) restauró la vida monástica, aunque siguió como parroquia y cementerio hasta 1807 en que se trasladaron los oficios religiosos a la capellanía de San Claudio, gracias a otro prodigio obrado por este santo, que también tiene imagen en la iglesia del pueblo y por supuesto su leyenda.  

La cosa empezó porque en 1747 el cura quería  prescindir de subir la empinada cuesta hasta Sta Leocadia, contra la opinión del pueblo que se resistía y poco a poco, en la iglesia del monasterio sólo se oficiaba las fiestas patronales y entierros. Lentamente traslada las imágenes y objetos de culto, pero no todos, pues el santo centurión leonés entristecido por no querer dejar su sitio, huyó...
Cura y vecinos se apresuraron a buscarlo y decidieron que el santo fuera juez de sus desavenencias, de forma que si lo encontraban los parroquianos los oficios divinos seguirían en el monasterio, pero si lo encontraban los partidarios del párroco se trasladarían al pueblo  ¡A que os imagináis lo que pasó! Pues si, lo encontró el sacerdote en un lugar hoy denominado vega de San Claudio en las faldas de Piedrafita. Ahora viéndolo presidir el retablo de la iglesia no podemos por menos que evocar su historia.  

Ya era hora de dejar la penumbra de la iglesia y salir al sol resplandeciente a contemplar el paisaje. El entorno de naturaleza deslumbrante nos dio mucho de qué hablar, pero eso ya queda para otro día.




Blog de Excursiones de Rafa y Rosi
Blog de Asociación Camino Santiago de León“Pulchra Leonina”
Blog fuseros.org
Foto 1: Rafael Cid: Cruz Alta, Cruz Cercenada.
Foto 2 : Rafael Cid: Monasterio Sta Leocadia
Foto 3: Rafael Cid: Sta.Leocadia Catinera.

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