lunes, 20 de marzo de 2023

Camino Lebaniego. 4ª etapa. Año Jubilar Lebaniego 2023 – 2024.

Verdiago, Crémenes, Horcadas. 12 de marzo.


Salida multitudinaria desde León, (batiendo el record numérico: tres autobuses) de peregrinos de la Pulchra Leonina como viene siendo habitual en las etapas realizadas en los meses de enero y febrero de 2023. Hay parada en Cistierna para el café mañanero. 


Somos tantos que se ha descartado la parada única en Verdiago (comienzo de la etapa) pues su bonito y coqueto emplazamiento y sus cuidadas instalaciones hoteleras, no pueden asimilar semejante desembarco de peregrinos deseosos del negro y excitante brebaje. Lo han disfrutado algunos peregrinos que tienen pensado hacer únicamente la primera etapa y a los que el tiempo les sobra.
Queda pendiente la visita individual para disfrutar de unos magníficos locales, entorno ideal y trato amable que, en breve, dispondrá de un sello para certificar el paso de peregrinos en la credencial.
De nuevo nos acompañan los miembros voluntarios de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago “Ruta Vadiniense-Picos de Europa” que guiarán nuestros pasos por estos lares tan conocidos por ellos.





Los autobuses acercan a los adormilados peregrinos hasta la ya descrita como bella y recogida localidad de Verdiago, fin de la etapa anterior, vigilados siempre por la impresionante silueta de Pico Moro que, con sus dos prominencias a 1779 metros de altitud, sobresale en la cadena montañosa que posee en Peñacorada (1834 metros) el mirador absoluto sobre la llanura que hemos abandonado en etapas anteriores.
Tiene Verdiago por patrono a San Mamés, venerado en la recientemente remodelada iglesia, y que sus parroquianos celebran el segundo domingo de agosto y, festejan también, un segundo día de fiesta patronal que llaman, cariñosamente, San Mamesín.







Atravesamos la llanura de prados por lo que los lugareños llaman la Vega Medio, encajada entre el Esla y la carretera buscando en la zona alta los restos de un castro que aquí existió y llegamos a Valdoré donde un puente nos permite pasar al otro lado del río.





Y comienza aquí nuestro recorrido por una ruta trazada hace 2000 años por los ingenieros romanos en su afán por comunicar la zona mesetaria con el mar Cantábrico para el transporte de mercancías de nuestra rica provincia.
No les fue fácil construir en la zona ya que, los habitantes anteriores a la colonización romana, es decir, los aguerridos vadinienses (los que dan nombre a este Camino de Santiago) se lo pusieron muy difícil pues dominaban todos los territorios desde Cantabria hasta la montaña de Riaño y, al parecer, eran duros de pelar como buenos montañeses.
Perpetrada su derrota a manos de los centuriones romanos, los habitantes de estas tierras asumieron la lengua y la cultura romana de lo que dan cuenta las numerosas lápidas funerarias vadinienses encontradas en la zona y que arrojan un total de 24 que están fechadas entre los siglos II y IV después de Cristo.



A nuestra izquierda y escondido entre la maleza, por el transcurso del tiempo, duerme olvidado el viejo puente de Valverán sobre el Esla, puente estrecho y en ángulo recto, orientado al norte y sombrío que provocó más de un accidente automovilístico y ya en desuso, que ha sido sustituido por uno nuevo y flamante como exigen las nuevas condiciones del tráfico


 







Entre las localidades de Valdoré y Villayandre traza el Esla un enorme meandro que, por carretera hoy en día, parece interminable. Los ingenieros romanos decidieron obviar semejante trazado y diseñaron y construyeron el tramo más impresionante de esta calzada: el “Pajar del Diablo”.





En la parte más alta del recorrido y con un requiebro en forma de ángulo agudo, desafiando casi las leyes de la naturaleza, se aprecia un balcón pétreo que solventa el obstáculo a la perfección: las enormes losas de piedra utilizadas para ensanchar la calzada en ese espacio y permitir el paso holgado de personas, bestias y carruajes, dan buena fe del abnegado trabajo de los vadinienses que los romanos contrataron, o esclavizaron, para su construcción.








El resto del recorrido transcurre junto a las aguas del Esla que, a pesar de estar regulado por un pantano, recibe muchos litros de los arroyos que en este río desembocan con nombres tan sonoros como Vargallo, Valdespino, LLampas y Condobrín.
Y el río Achín, con unas hermosas cascadas, que merece nombre aparte por vertebrar el famoso hayedo de Argovejo que merece visita reposada para después visitar el museo etnográfico de la localidad y apagar la sed en sus establecimientos.
A mitad más o menos del recorrido y a nuestra izquierda, en el sentido de la marcha, divisamos el pueblo de Crémenes que es sede del Ayuntamiento y cabeza de esta comarca.
Se dice que aquí pudo estar la ciudad celta de Vadinia que, como ya hemos dicho, da nombre al Camino Vadiniense, y que era el principal asentamiento del pueblo celta que dominaba este territorio y, cuyas fronteras, llegaban hasta las tierras cántabras.
Como curiosidad y, un poco a modo de cotilleo de prensa rosa, acaba de construir en esta localidad una gran mansión una de las herederas del imperio económico de Eulen- Bodegas Vega Sicilia fundado por David Álvarez (nacido en este pueblo) a quien el Rey de España ha concedido el título de “Marqués de Crémenes”. 








Hay un puente en la ruta, en el pueblo de Las Salas, donde algunos peregrinos realizan la parada técnica de obligatoria hidratación de cuerpos. El bar, que ocupa el local que fue en su día un recinto educativo, recibe encantado a los numerosos peregrinos que han repostado allí para reponer sus mermadas fuerzas.







Gran parte de los peregrinos han decidido concluir aquí la etapa subyugados por las magníficas tapas que les han ofrecido en el bar “La Escuela”, el auténtico edificio en el que se alojaban las escuelas cuando en la localidad corrían desaforados por sus calles los imberbes escolares.




Los peregrinos que continúan la ruta junto al Esla pasan junto al albergue de pescadores que desde hace tiempo recoge a los pacientes de la caña que, con sus señuelos, tientan a las bravas truchas de este río.
Hay tramos del camino en los que, por la época de lluvia en que nos encontramos y por escaso cuidado de las instalaciones ganaderas, presentan un deplorable aspecto que debe ser cuidado a la mayor brevedad posible si se quiere que el recorrido adquiera importancia como camino de peregrinación y se multiplique el número de peregrinos en ambos sentidos: vadinienses de la montaña a la llanura y lebaniegos de la llanura a la montaña.




La mole pétrea de 1982 metros de altitud denominadas Las Pintas, en plural porque se aprecian dos, vigila nuestro deambular por la zona mientras nos acercamos al impresionante muro de hormigón que retiene los millones y millones de litros del querido Esla. La niebla ha querido robarnos la foto de la mole caliza y nos conformamos con ver su falda e imaginar el resto.




A nuestra derecha en el sentido de la marcha y, antes de subir a la parte más alta del cerramiento que retiene el agua (más de 650 hectómetros cúbicos) sale una carretera que conduce a la localidad de Remolina. Es conocido este pueblo, entre otras muchas cosas, por ser la cuna de muchos pastores trashumantes de tanta importancia en el oficio que, entre ellos, los hubo ostentando puestos de la máxima categoría (Rabadanes y Mayorales) de los mejores rebaños de lanar como eran las cabañas de Rojas o de Perales que provenían, bien de Extremadura o bien de la zona de Ciudad Real y que pasaban los veranos en los mejores puertos de la Montaña Oriental leonesa.





Y ya en lo alto del muro, deslumbrados por el paisaje que se divisa al norte y al sur, hay impresiones varias: unos obnubilan con la masa hidráulica que contemplan a sus pies encajonadas por los macizos de caliza que ahora denominan los fiordos leoneses por su semejanza con los fiordos noruegos y otros escuchamos los lamentos que, surgiendo mágicamente de las aguas, provienen de las ruinas del desaparecido pueblo de Huelde cuyas esparcidas piedras, para evitar la amargura de ver las construcciones cuando la sequía pueda vaciar el pantano, mueren ahogadas justamente debajo y en lo más profundo del embalse.





Desaparecida, por anegación, la antigua carretera que partiendo de Huelde seguía hasta los núcleos urbanos de Horcadas y Carande, atravesamos la presa y cambiamos de margen por el nuevo túnel que hubo que realizar como consecuencia de estas obras y la ejecución de una nueva vía que nos llevará hasta las mencionadas localidades.





Horcadas es el destino final y en él los peregrinos sacian su hambre y sed en la localidad y en un merendero cercano ya que la única instalación hotelera que mantienen abierta como asociación cultural hoy permanecía cerrada por defunción de un familiar. 


Regreso a León de los cansados peregrinos que hoy dormirán tranquilos pensando en la siguiente etapa de este Camino Lebaniego.


Texto: Miguel Ángel Fernández Pérez.

Fotografía: Juanjo Robles, Pedro García. Miguel Ángel Fernández y Jomardi.





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