Horcadas – Riaño – Barniedo de la Reina. 30 de Abril.
Quiero comenzar mi reseña de hoy con un juego de palabras que manejaron durante años los habitantes de estos lares:<<Entre Huelde (hoy bajo las aguas del pantano) y Carande, encontraron a dos personas Horcadas>> ¡Menudo juego de palabras!
Salen los peregrinos de este último pueblo vigilados por la espadaña de la iglesia que está dedicada a los santos Cornelio y Cipriano y lo hacen mirando de reojo la mole pétrea de un gran dinosaurio tumbado en la ladera izquierda del que sólo intuimos el gran corpachón. Cuando lleguemos al viaducto y miremos hacia atrás podremos ver su erguida cabeza a la que los lugareños se refieren con el nombre de “El Gilbo”. Os dejo una fotografía de lo que se divisa desde este privilegiado lugar.
Subimos llevando la contraria a las aguas que descienden desde la portillera que separa los pastos de Horcadas y de Riaño, lugar de reunión de pastores, de donde salió más de un matrimonio como ocurrió en terrenos similares de otros pueblos limítrofes entre sí de esta montaña oriental.
Estamos en el Collado del Baile desde donde se inicia una de las rutas de ascenso al pico Gilbo y comenzamos un descenso acompañando al arroyo de Vallarqué hasta su desembocadura en una lengua del pantano en la que se cruza con nosotros un camino que lleva a cuatro sitios muy conocidos por los turistas que se acercan hasta Riaño: una es la otra subida al Gilbo atravesando un hayedo, otro es el mirador de “Las Biescas”, la tercera nos conduce a la ya famosa “Cueva de la Vieja del Monte” y una cuarta a la reciente señalizada “Ruta de los Osines”
A la entrada de Riaño nos topamos con las letras gigantes que anuncian su nombre, con el que dicen es el banco más bonito de León, de España o del mundo (según quién te lo cuente) y con la silueta de la Iglesia del antiguo poblado de LA PUERTA que fue traída piedra a piedra y que conserva unas pinturas góticas dignas de admiración.
Bordeamos el pantano por la Paseo del Recuerdo en cuyos paneles informativos podemos observar detalles de lo que hoy está bajo las aguas. Al llegar al mural del pueblo de Salio los peregrinos pueden observar una fotografía en la que aparece este cronista allá por 1980. Es una casa, cuadra y portalada con techo de paja de centeno majada en los trillos en las eras y colocada prodigiosamente para evitar el agua y la nieve. La casa desapareció, como las demás, allá por 1987. Aquí os la dejo.
Salvamos el inundado valle de “Hormas” cuyo arroyo nace en “La Sierra” que alcanza los 2000 metros y, a continuación, “Sarralengua” y pasar junto a la nueva ermita que los habitantes del inundado Pedrosa dedican a San Bartolomé ya que la primitiva quedó anegada en el camino que unía dicho pueblo con Salio.
Y, a continuación, Pedrosa del Rey, cuyo puente de piedra que comunicaba el valle del Esla con el del Cea a través del puerto del Pando y también el valle del Esla con Besande por el puerto de Monteviejo y que, por los veranos, asoma de entre las aguas soportando desde entonces los envites del invierno.
La iglesia de Pedrosa luce reconstruida en el pueblo de Riaño.
La
lengua del pantano no se detiene hasta llegar a las inmediaciones de la ermita
de Santo Tirso de Boca de Huérgano, localidad a los que unos llaman “La Villa”
y otros “Boca”.
Tiene
esta villa instalaciones hoteleras modernas y tiene también una próspera
industria de alimentación: quesos y pastas se venden hasta en la capital.
A
nuestra derecha, en el sentido de la marcha, sale la carretera que, atravesando
el puerto de Picones o el puerto de Monteviejo, comunica esta cuenca
hidrográfica con la del Carrión.
Pasamos junto a la ermita de San Antonio en dirección a la iglesia de San Cipriano de Villafrea. Y hay aquí un establecimiento, en las renovadas instalaciones de lo que fueron las escuelas nacionales, que tiene un curioso nombre como es Venta de Eslonza y que nos recuerda al territorio de nuestras primeras etapas de este camino lebaniego.
Y abandonamos, según la toponimia, los territorios de Rey (Pedrosa del Rey) y nos introducimos en los de la Reina: Villafrea, Los Espejos y Barniedo (fin de esta etapa) tienen en su topónimo la coletilla “de la Reina”.
De la Reina son también las localidades de Portilla y Llánaves pero esas pertenecen a la siguiente etapa y ya hablaremos de ellas.
La fértil vega que atravesamos, regada convenientemente por las aguas del río, destella verdosa y salpicada de narcisos, flores estas que reciben hasta diez nombres distintos por estos lares: Campanón, dedales, capilotes, grillandas… El tema da para una tesina que yo mismo debía haber elaborado.
En Los Espejos (¿Acaso aquí la Reina tenía su lugar de acicalamiento?), se nota la vida que quiere resurgir en este territorio de la España vaciada: una quesería recientemente premiada por su buen hacer y el proyecto de rehabilitar las antiguas escuelas en un albergue del camino que agradecerán los futuros peregrinos.
Y llegamos a Barniedo, fin de la etapa, donde otra vez el ingenio popular deja su huella en el nombre del desaparecido bar de la carretera: BAR “NIEDO”.
En el centro del pueblo un nuevo establecimiento se encarga de saciar el hambre y la sed de los peregrinos.
Texto: Miguel Ángel Fernández Pérez.
Fotografías: Juanjo Robles, Ramiro Martínez, Ino Marcos, Miguel Ángel Fernández y Jomardi.
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