jueves, 19 de septiembre de 2024

Presentación del libro Poesía en el Camino de Santiago, recopilado por Luis Gutiérrez Perrino.

 


Un libro con alma.

Escribe un peregrino anónimo en el libro de firmas de un albergue leonés: “…somos tierra/y los dioses nos acompañan”. Una afirmación rotunda y cierta, porque los caminantes avanzan acompañados por las musas de las poesía y de los poetas; por Elpis, diosa de la esperanza, y –sobre todo- por Zeus Hospitalario, protector de aquellos que viajan a lejanos territorios y piden la hospitalidad en el Camino.


 Luis Gutiérrez Perrino nos acaba de presentar un libro, “Poesía en el Camino de Santiago”, editado por Duerna, que es muy especial, porque constituye un viaje al alma del peregrino a través de las poesías que deja escritas en los libros de firmas de los albergues por donde pasa. De este modo, podemos acceder al espíritu de los poetas anónimos que circulan por las veredas de peregrinación y con los cuales raramente entablamos un diálogo profundo. 



Luis es un veterano de la enseñanza y del mundo santiagueño; un humanista, cargado de humanidad. Fue presidente de la Asociación Amigos del Camino de Santiago de León Pulchra Leonina y también de la Federación Española de Asociaciones. Su ocupación de maestro en El Burgo Ranero le proporcionó un contacto directo con la sociedad del Camino de Santiago: con los propios caminantes, los albergues, los hospitaleros… Y él, peregrino y hospitalero voluntario, ha recogido una bella selección de poemas de los libros de firmas de los albergues existentes entre Sahagún y León.


El libro huele a polvo del camino y retama; trae el perfume del amor y la dulzura de la esperanza y la ensoñación. Tiene sabor a tradición santiagueña y a Historia. Porque la poesía y el canto están ligados al peregrinaje desde la lejanía del tiempo; son parte de un lenguaje universal que contagia las emociones.
Desde la antigüedad, los peregrinos compartieron poemas y los cantaron juntos, porque al unir sus voces unían sus afectos y emociones, compartiendo el destino. Ese vivir en conjunto creaba grupo, lo unía… 
En el momento que el viajero se echa al camino, la primera emoción que recibe es el paisaje… La literatura odepórica está llena de fascinación por el paisaje, sea un lugar mítico de montaña, un espacio infinito de llanura o caseríos presididos por torres o humildes espadañas.
Mas la percepción del paisaje ha ido mutando con los siglos. En la antigüedad las ciudades eran el espacio seguro, en tanto que el campo era el peligro. Por él llegaban las invasiones, el saqueo y la intranquilidad (Por eso las ciudades se protegían con murallas).
La situación ha cambiado. Hoy, el campo abierto libera. La sociedad dura está en la ciudad y es el campo el que ha de protegerse. Por ello ha surgido con fuerza una nueva mentalidad conservacionista. Ahora tratamos de acotar territorio frente a la invasión de lo urbano, el ámbito más problemático; donde los niveles de contaminación son superiores, y también los de ansiedad, pánico y depresión…




Las poesías recogidas por Luis muestran el impacto del encuentro con este espacio de paz, donde se ven las estrellas y se escucha el rumor del agua. En un sencillo amanecer se encuentra la grandeza de la vida, de la tierra; se encuentra el infinito. Escribe uno de los peregrinos:

…la luz surgió de la inmensidad
de un simple amanecer, 
rojos colores bautizaron el caminar 
de un día inmortal, 
levantando y haciendo crecer 
a cada ser sobre la faz de la tierra. 

Y en lugares humildes, brazos abiertos albergan al viajero cansado, sin esperar nada a cambio. Grandeza y humildad del que hospeda; grandeza en la mirada universal del que llega:
En vuestra acogida, 
cercanía y cariño.
Es fácil intuir las manos, 
la mirada 
y la ternura de Dios. 

Personas sencillas se integran en el paisaje que cruza el peregrino. Luis recogerá varias alabanzas a Mercedes, de la fonda Lozano, en Burgo Ranero:
Eres amor y ternura, 
eres luz al despertar. 
Eres madre del mundo 
acoges sin preguntar. 

Y hasta en las ruinas, el caminante siente la voz de la historia. En alguno de los versos recogidos en el libro se asoma el recuerdo al poema de las ruinas de Itálica, de Rodrigo Caro:
Esas ruinas que ahora admiras 
caminante cuando pasas 
de personas bien nacidas 
fueron antaño sus casas, 
nidos de amor y de porfía…

Y en medio del paisaje infinito, el viajero muestra la herida de Cupido, como en este poema a Annabelle 
… desde este rincón apartado 
te diviso estrella amada. 
Siempre canto tu canción, 
la canción de tu esperanza, 
canción de amor 
balada de tus entrañas…

Aún con el cansancio, en el silencio de la noche hallamos plenitud de vida y esperanza:

¿Qué llevas en el morral a tu espalda peregrino?
 Lo he llenado de esperanzas
 e ilusiones del Camino. 

…Y hallamos un anhelo infinito; un anhelo que me reccuerda a otro gran poeta leones, Eugenio de Nora; un anhelo que es tensión del alma que aspira al gozo de la naturaleza, del amor y la plenitud de la vida.
Quisiera abrirte el alma y compartir, 
quisiera darte el niño que hay en mí, 
llevarte a lo más alto y descubrir 
aquello que aún nos queda por sentir…

El Camino es búsqueda; búsqueda de la verdad, del valor, de la luz, de Dios…  En el jainismo, antigua religión de la India, se practica el peregrinaje a determinados lugares (Tirtha) donde se encuentra el conocimiento y la iluminación. El peregrino a Santiago hace en muchos casos un viaje parecido
… siempre habrá alguien 
que ilumine tu camino. 
Seguid la senda que marca 
vuestro destino;
veréis que la vida 
tiene sentido. 






Luis Gutiérrez Perrino ha realizado una meritoria tarea al sacar a la luz este ramillete de escritos; escritos que nos permiten vislumbrar el alma de los caminantes y que no sólo tienen valor testimonial y poético sino que, además, hubieran quedado en la oscuridad de los baúles perdidos por los caminos del tiempo, si él no les hubiera permitido volar. El libro es la salvación de la memoria.






El acto de presentación, en el Instituto Leonés de Cultura, tuvo la calidez de la amistad y la gratitud por la obra bien hecha. Un acierto complementar con música las intervenciones habladas. La sala se llenó así con la belleza de la lírica y las armonías musicales. Excelentes las interpretaciones de María Rosa Sánchez Suárez (soprano); Fernando Alegre Martínez (acordeón diatónico, tambor de cuerdas y Bouzouki) y Miguel Ángel Alegre Martínez (zanfona, teclado y shruti…) .







 Texto: Tomás Álvarez.
Fotografía: Jomardi.







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