miércoles, 5 de mayo de 2021

Filandon del Camino ( Nueva entrega).


 Una nueva entrega del filandón del camino, las anécdotas son de Félix Paramo y de Anselmo, que nos trae otra historia del Camino Olvidado.

Félix Páramo.

Suceso acaecido y absolutamente cierto en un albergue.
“La ventana indiscreta”

Yo mismo rellené su ficha de ingreso en el albergue. Axel era ciudadano estadounidense. A cada pregunta que le formulaba, él hacía algún comentario aprovechando que yo le respondía en su lengua. Mostraba una euforia innecesaria. Concluí que su colorado rostro no obedecía tanto al sol de julio en que nos encontrábamos, cuanto al etílico ingerido. 
    ―Ah, este amigo y yo caminamos juntos. Queremos literas próximas ―añadió Axel.
Acomodé a ambos, Axel y su amigo alemán Marc, en literas al lado de la misma puerta, por si acaso. 
     Querían dormir juntos… más tarde entendería la razón. Estoy de hospitalero en Bercianos del Real Camino, donde a los peregrinos se les obsequia con la cena. Mis sospechas no iban desencaminadas. Ponemos una botella de  vino para cada cuatro peregrinos. Mediada ya la cena, Axel me hizo una señal: quería otra botella. Una peregrina italiana me comentó en voz baja que se había tomado la mayor parte de su botella y un vaso de la botella de los de al lado. 
    ―Lo siento Axel. Es una botella para cada  cuatro. Puedes beber agua si te apetece. 
    Axel asintió y dio las gracias. No hubo más incidentes… de momento, pero lo mejor estaba por llegar.
    Después de la cena los peregrinos que lo desean van a la capilla, ven la puesta de sol, o dan un paseo. El horario de cierre de la puerta de entrada es a las 22’30 horas. Se supone que todos los peregrinos están dentro del albergue a esa hora.
    ―Escúchame Marc, ¿qué te parece si vamos a tomar algo al bar en que estuvimos antes de venir al albergue? ―preguntó Axel a su amigo.
    ―Estoy cansado. Mañana madrugamos y ya has bebido suficiente por hoy… además, dentro de media hora cierran la puerta. 
    ―¡Venga hombre! No te preocupes. Pago yo. ¿Sabes una cosa? Aunque lleguemos tarde, sé cómo entrar en el albergue. Todo está pensado.
    Marc se dejó convencer sin demasiado esfuerzo. Llevaban caminando juntos varios días y no quería contrariar a Axel. Los dos salieron. Llegó la hora de cierre. Le dije a Susana,  la compañera hospitalera, que fuera a ver si estaban acostados. Resultó lo que suponía: estaban fuera. Le dije a Susana que comprobara si estaba abierta la ventanita existente al fondo izquierdo de la capilla. Mientras, yo comprobé otras posibles ventanas a ras de suelo. 
    ―Félix, ―me dijo Susana sorprendida― piensa mal y acertarás. Llevabas razón: la ventana de la capilla estaba disimuladamente abierta. 
    Nos dirigimos a la capilla. Cerramos la ventana. Solo nos quedaba esperar a que llamaran a la puerta. Eran ya las once… las once y media… a las doce menos cuarto llaman a la puerta. Abrimos y, ante la cara de sorpresa de la pareja, le hicimos ver a Axel, pues él se declaró “culpable” de todo, que su actitud había sido muy inadecuada por diversas razones.
    ―Reconozco mi deficiente comportamiento ―siguió exponiendo Axel― no merezco dormir bajo techo. Entra tú, Marc. Yo cogeré el saco y dormiré fuera.
    Y así fue. Axel no quiso dormir en el albergue y salió fuera a pasar la noche. En su exposición de los hechos no mostró vergüenza, pero nos preguntó que quién había cerrado la ventana de la capilla. Estuve por contestarle que la cerró el Cristo del fondo estirando su mano derecha… Al día siguiente, antes de seguir el Camino con su amigo, Axel se disculpó de nuevo mostrando su pesar y pidiendo disculpas por su infantil comportamiento.
     No supimos si sus palabras brotaban o no del corazón. Y nunca lo supimos porque nunca volvimos a saber de él. Lo que sí debo decir es que -verdad o menos verdad- le honró su sinceridad al ser descubierto sin intentar dar razones exculpatorias que, por otra parte, no habrían servido más que para inculparse en mayor grado. Como vemos, queridos amigos, en el Camino hay de todo.


ANECDOTAS DEL CAMINO II.

 Seguimos en el Camino Olvidado de hace unos cinco años que realizábamos dos peregrinos desde Bilbao. Como ya he indicado, la señalización era muy escasa y nos guiábamos por una ruta bastante general. 
Pasamos por la ciudad romana de Julióbriga, perteneciente a Retortillo, en el sur de Cantabria y que fue construida al finalizar las guerras de Roma contra cántabros y astures unos pocos años antes de Cristo. En su centro de interpretación nos informaron que para ir a nuestro siguiente destino de Cervatos, habíamos de seguir el camino que tras pasar el arroyo del valle, ascendía por un pinar y que deberíamos seguirlo hasta alcanzar la cumbre del pequeño cordal situado a la izquierda, desde donde ya contemplaríamos el valle de Cervatos y seguir alguno de los caminos de descenso.


Llevábamos un buen rato caminando por aquel frondoso pinar donde era muy difícil orientarse y empezamos a tener la sensación de habernos perdido a pesar de no haber abandonado el camino en ningún momento. Pero por allí no tenía pinta de que nos pudiéramos encontrar con alguien para preguntar, y seguíamos caminando.
 De repente viene de frente un joven deportista corriendo, que por lo visto estaba entrenando para los famosos maratones de montaña. Inmediatamente le paramos para preguntarle, y nos dijo que teníamos que regresar como kilómetro y medio y encontraríamos a la derecha un camino con bastante vegetación en su solera que era el que debíamos de tomar para ascender a la descampada ladera que nos llevaría al cordal.
 - ¿Y de haber seguido por aquí a dónde iríamos? – preguntamos
 - Al siguiente valle pero bastante alejado de vuestro destino – contestó. 
- Oye, pues muchas gracias. Nos has salvado la vida.
 Él esbozó una sonrisa y continuó corriendo.
 Al verle por la espalda observamos que llevaba un pequeño zurrón. Mi compañero, que es poco creyente, me informó que allí es donde los deportistas llevan el agua y los elementos que pueden necesitar en la marcha. Pero yo sabía que lo que ocultaba aquella pequeña mochila eran las alas del ángel de la guarda.


Cerca ya del mediodía nos encontrábamos en la colegiata de San Pedro de Cervatos, románica del siglo XII con unas delicadas esculturas de temas bíblicos entre los que destacan los de temática erótica. De muy recomendable visita para los amantes de la historia y la arquitectura medieval.

Anselmo Reguera.

No hay comentarios: