Nuestra amiga y componente del Consejo de Redacción de la revista EL SENDERIN, María Ángeles Zayas, nos remite una magnifica y muy interesante crónica de Mansilla de las Mulas.
Vamos a dedicar este relato estival al vecino pueblo de Mansilla de las Mulas.
Paso obligado de peregrinos por el Camino Francés, procedentes de Sahagún, El Burgo Ranero o Calzada del Coto, su proximidad a la ciudad hace que la visitemos con frecuencia; las más de las veces por razones culinarias, pero sin olvidar sus atractivos culturales, históricos y artísticos que queremos recordar hoy.
De origen romano, está emplazada en la margen izquierda del Esla, río designado en la antigüedad como Estula, Estla, Astula o Eslonza, acepciones que recuerdan los nombres de municipios limítrofes. Su denominación actual se debe a que, en el medievo, se celebraba aquí una de las más relevantes ferias ganaderas de la zona, junto con la de Medina del Campo, aunque desde hace unas décadas ha derivado en feria multisectorial. Anteriormente fue conocida como Mansilla del Camino.
Una buena parte de lo que fue su muralla defensiva, de cal y canto rodado, aún permanece en pie. Fue construida durante el reinado de Alfonso IX de León, allá por el siglo XII.
De las cuatro puertas de entrada solo se conserva la del Arco de Santa María, no así la del Castillo, situada en el sureste, por la que entra el Camino Francés y confluye con la Calzada Romana. Una de las seis torres albarranas -los cubos adosados a la muralla-, ha sido rehabilitada recientemente, por lo que cuenta con un acceso seguro y buena barandilla, que nos invita a subir.
Desde allí podemos ver las torres de la iglesia de Santa María y la de San Martín, actualmente cerrada al culto y convertida en sede de la Casa de Cultura Municipal.
Conserva también un imponente puente medieval sobre el Esla, de 141 metros de longitud, formado por ocho bóvedas de cañón, que data del siglo XII, fue reconstruido en 1573 y ha sido restaurado en diversas ocasiones. Sostienen algunos autores como Isidoro González Gallego, que hubo un puente romano en la zona que llaman “el Pasaje”, a poco más de un kilómetro de este, por donde transcurriría la Ruta Trajana, el camino “por el que Roma llegó a León” (La Nueva Crónica 15.03.19), que venía desde Calzada del Coto, por Calzadilla de los Hermanillos y próximo a Mansilla, atravesaba el río. Al tomar los peregrinos el camino más al sur y construirse allí el nuevo puente, se abandonó la vieja senda.
Cuentan los cronistas que en los siglos XV y XVI contó con un importante foco cultural, el convento de San Agustín, mandado construir por el Almirante de Castilla D. Fadrique Enríquez y donado en 1500 a los agustinos, que albergaba cátedras de gramática y latín. Destruido en parte por los franceses en 1808, mantiene la fachada y la capilla funeraria de los Villafañe, de estilo renacentista, atribuida a Juan de Badajoz, el Mozo, maestro de obras de la catedral de León. Tras su reconstrucción es ahora Museo de los Pueblos Leoneses, perteneciente a la Diputación, en el que se pueden contemplar más de ocho mil piezas representativas de la cultura tradicional leonesa y donde se celebran importantes exposiciones, alguna de ellas, “Zodiaco peregrino”, contó, hace unos meses, con la visita organizada de numerosos miembros de nuestra asociación.
No podemos olvidar a la mansillesa “Pícara Justina” que daba título a la primera novela picaresca española con protagonista femenina, editada en 1615, a la que León ha dedicado una céntrica calle.
Al cierre de esta redacción nos ha venido a la memoria una película de los ochenta del director berciano José María Martin Sarmiento, titulada “El filandón”, en la que, recuperando una vieja tradición de la zona de Omaña, se recrea un encuentro entre cinco escritores leoneses que se reúnen en una ermita de Fasgar, junto al río Boeza. Cada uno de ellos cuenta un relato. Son Luis Mateo Díez, Antonio Pereira, José María Merino, Julio Llamazares y Pedro Trapiello. Este último sitúa el suyo en Mansilla, junto al Esla. En él, Láncara (así se titula), es una “jana” -personaje de la mitología leonesa y asturiana relacionado con el tradicional culto a las aguas de ríos y fuentes y los seres que habitan en ellas-, que complica la tranquila vida de un farmacéutico de la villa y de su familia.
La película aún puede verse en Youtube aunque está algo deteriorada.
Fotografías: María Ángeles Zayas y Jomardi.
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