El otro día, este grupo de amigos y Asociados estuvimos preparando la etapa del Camino del Norte, que haremos con la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de León "Pulchra Leonina" el próximo domingo. Esta foto es un recuerdo de compañeros de aventuras, yo estaba del otro lado de la cámara, ¿eh?.
Os hemos preparado una reseña, para que os animéis a hacer El Camino, por estas sendas asturianas, tan llenas de encanto, aunque sean algo duras:
En el año del Señor de 1501, un peregrino francés, escribió sus impresiones del viaje por el Camino del Norte en su diario titulado “El viaje de Montigny” así podemos tener datos de Soto de Luiña en esa época, que nosotros visitamos en nuestro recorrido anterior cuando terminamos en Novellana.
Haciendo nuestras sus palabras, el autor del viaje nos cuenta que el lunes 28 de febrero de 1501 pasan él y sus compañeros por “Sept maulvaises mountaignes nommés les sept-soers” haciendo alusión a las siete malvadas colinas que los naturales llaman ballotas, antes de llegar al pueblo del mismo nombre.
Por cierto, el francés no anduvo muy desencaminado llamándolas malvadas, pues os puedo asegurar que a Buzy y a mí nos dieron bastante guerra el otro día, a pesar de que sólo exploramos tres.
Comenzamos la ruta en Novellana, para seguir por la carretera hasta Castañeras y aunque algunas guías indican que hay un camino real más recto, nos dijeron en el pueblo, que después de unos centenares de metros queda cerrado por la maleza.
En Castañeras, tenemos al opción de seguir la misma carretera por la que veníamos o los mas aguerridos, provistos de buenas botas montañeras, pues hay que cruzar un río que lleva más o menos agua según lo que haya llovido,se desviarán, cuando vean un cartel a la derecha de la carretera, que nos indica la dirección a la Playa del Silencio.
Un hombre del pueblo me dijo, que ellos en realidad la llamaban Playa de las Gaviotas, por la abundancia de estos palmípedos sobrevolando el lugar.
No hay peligro de bombardeo de excrementos, pues en vez de llegar hasta la playa, nosotros después de 200 metros, antes de llegar a las últimas casas, nos desviamos por un camino señalizado a nuestra izquierda con la flecha amarilla.
A partir de aquí entramos en un bonito paisaje natural, aunque corresponde a uno de los “malvados descensos” de una fuerte pendiente, que tanto impresionaron al francés.
Después, una fuerte subida y llegamos a Ballota.
Allí saludamos a una mujer que nos dijo que Ballota antes se decía “Valouta” que podríamos traducir como valle alto. Desde luego el lugar estaba bastante elevado en relación al nivel del mar. Nos dijo también que desde allí, podíamos volver a tomar la antigua ruta jacobea, el Camino Real de la Costa.
Todavia a principios del siglo XX pasaban las diligencias, por lo seguramente habría un puente para vadear el río Cabo.
¡El río Cabo y el puente!
Actualmente es de piedra, pero antes existió otro puente de madera y parece ser, que sus vibraciones causaban una fuerte impresión a los peregrinos de la Edad Media, ya que todos conocían una canción sobre “el puente que tiembla”:
Quand nous vinsme au pont qui temble/ nous etions bien tentre ensemble/ Taut de walons qu´allemande,/ et nous disions, s´il vous semble/ compagnons marchez de avante/
¡No nos lo podíamos perder! …y así comenzamos una nueva bajada saboreando la historia del famoso puente que, yo imaginaba que debía de ser tan alto como el acueducto de Segovia, para que provocara ese miedo ancestral a los peregrinos.
Pero ahora, no se veía puente por ninguna parte.
Bueno, como imagino que querréis hacerle alguna foto no os dejaré con la intriga.
Al final de la bajada con el mar al frente, la flecha indica seguir a la derecha, pues bien, vosotros haréis caso omiso y vais a la izquierda, hasta un un pequeño reguero, perpendicular al río Cabo, lo cruzais y … Ya tendréis vuestra foto.
Para leer la historia del “Viaje de Montigny” podéis consultar aquí.
Terminamos esta subida junto a la estación del ferrocarril de Tablizo. Cuando el sentido común indica que debemos subir al pueblo y continuar por carretera, una gran flecha amarilla nos señala otra nueva bajada, al siguiente acantilado.
De nuevo volvimos a bajar otra de las “sept soers mauvaises” pero, esta vez ya habíamos perdido la cuenta.
Debo de confesar que esta colina de Tablizo a Ribon fue muy bonita. Íbamos siempre acompañados por las vistas del mar enfurecido, chocando contra los acantilados, a nuestra derecha.
Desde Ribón, que como su nombre indica, estaba muy alto, ya se divisaba Cadavedo y a su derecha la ermita de la Virgen de Riegala.
Se construyó en 1931 a instancias del padre Galo, para dar cobijo a una imagen, que se encontró en la vecina playa de la Regalina. Esta Virgen se procesiona, pues tiene una tradición parecida a la nuestra de Castrotierra, que sacan en procesión a Astorga los años de sequía para pedir la lluvia.
En cuanto al Padre Galo, sacerdote que hablaba varios idiomas y poeta, que escribía con el pseudónimo de Fernán Coronas, fue uno de los grandes promotores y defensores del asturiano. Había nacido en este pueblo de Cadavedo en 1884.
Si estáis interesados podéis ver una reseña biográfíca aquí.
Cerca de Cadavedo y ya siguiendo el camino por las indicaciones en la carretera, nos encontramos con Villademoros.
Si tenemos unos minutos, podemos entrar en el pueblo, para ver una Torre Medieval del Siglo XV, restaurada recientemente, con su casona y una panera adjunta.
En la actualidad es un bonito hotel, pero antiguamente perteneció a los Peláez de Villademoros. Se tiene por el más antiguo solar de la familia Peláez y que antiguamente tenía también un puente levadizo y plataforma almenada, con un fosos y contrafoso, que más tarde fueron cegados.
Es un buen exponente de la arquitectura bajomedieval por su carácter militar y defensivo.
Me parecó interesante esta página sobre el linaje familiar, de la que hago a continuación un resumen:
El padre Carballo, en su libro "Linajes y Casas de Asturias", se refiere a los servicios que prestaron los dueños de dicha Torre, afirmando que el caballero que la poseía, en los tiempos de la Reconquista, se llamaba Pelayo Peláez.
Con cuatrocientos hombres, todos vasallos suyos, acudió valerosamente en ayuda del rey don Pelayo y al llegar a Cornellana, vino a dar con tres mil moros, que huían hacia Galicia, y sostuvo con ellos un fuerte combate, que finalizó con la total derrota de los sarracenos.
Se sigue contando la historia de este linaje, basándose en una antigua tradición, que dice que el caballero Diego Peláez, que poseía la Torre en tiempos del intruso rey Mauregato, siguió el partido de los legítimos reyes asturianos. Se opuso, con sus gentes, a todos los moros que encontraba en su camino, defendiendo a toda costa el paso llamado Ricavo, entre los concejos de Valdés y Pravia.
Luego tuvo que pasar a Galicia y durante su forzada ausencia lo despojó de su Torre, Mauregato, que la entregó a sus leales. A su regreso, el citado Diego Peláez tornó a tomarla por la fuerza e hizo prisioneros a todas las gentes de armas que la defendían.
Pelayo Gutiérrez fue su descendiente y también Armígero del rey Ramiro I, confirmando el voto de Santiago.
Por aquellos tiempos, ahora tomamos como fuente de información al obispo Sebastiano, llegaron los normandos a las costas de España y en una de sus incursiones dañaron gravemente la Torre de Peláez, así como la iglesia de Santa Eufemia, que estaba junto a ella. Años después, los de la familia Peláez tornaron a reedificarla, morando en ella Munio Peláez.
Podemos continuar la genealogía de esta noble familia hasta llegar Martín Peláez, compañero de aventuras de Rodrigo Diaz. Finalmente el Cid “de cobarde le hubo buen caballero y muy esforzado” siendo uno de sus más valerosos capitanes.
Una cosa no me coincide con lo visto en el torreón, aunque tampoco soy un experto, son las armas de este linaje, que podéis ver en esta foto.
Son distintas de las que figuran esculpidas en una de las veintiséis urnas sepulcrales incrustadas en la Capilla de los Reyes, Condes e Ilustres varones del Monasterio de San Pedro de Cardeña, sito en la provincia de Burgos. Aunque se ha puesto en duda la fiabilidad de restos de este monasterio, allí figura que se guardaban los restos del caballero asturiano Martín Peláez, "deudo de el Cid". Las armas de Cardeña son estas: En campo de gules, un brazo armado de plata, moviente del flanco siniestro y empuñando una espada del mismo metal con la punta hacia el jefe.
A partir de aquí continuamos siempre por carretera hasta Canero, que es donde nos esperarán los autobuses, el día que hagamos esta etapa del Camino de Santiago con los Asociados.
Desde la ventana del Hotel Canero donde comimos, un hotelito con encanto en la desembocadura del río Esva, río famoso por ser el segundo de Europa en pesca del Salmón, podíamos contemplar la Playa de la Cueva mientras atardecía.