21 de junio de 2014. Pedrouzo / Arca a Monte Do Gozo
Hoy, bien
entrada la mañana, afrontamos las últimas etapas que nos llevan a Compostela.
Nada más
empezar en Pedrouzo el camino se interna por las umbrías de un bosque encantado
en el que, los atávicos carballos de tronco retorcido caprichosamente y
tapizados de musgo, compiten por dar carácter al paisaje con los foráneos
eucaliptos, erectos y altísimos. Por si fuera insuficiente la pugna, cada uno
de ellos esparce sus mejores aromas con el fin de encandilar a los peregrinos.
Los
repechos se suceden arriba y abajo y, a veces, las cuestas nos distraen del
paisaje e interrumpen las animadas conversaciones entre nosotros o con otros
peregrinos por falta de resuello, para retomarlas una vez en los llanos y
descensos.
El sol
nos calienta cuando salimos de la protección del bosque. La alfombra verde y
deslumbrante de los prados y campos de maíz anuncia la proximidad de caseríos y
vaquerías de los que emana un delicioso olor a queso de tetilla, mezclado con
los otros perfumes de una naturaleza exuberante. Hace calor y la humedad es
agobiante para el peregrino de tierras leonesas, pero un orvallo suave nos
alivia a los que sentimos cosquillas en la piel descubierta.
Pronto
se hace la hora de reponer fuerzas y encontramos descanso en Casa Amancio. A la
sombra del pequeño olivo del jardín nos reconfortamos con un caldo de los de
aquí, de patatas, unto y repollo y con una mini siesta guardando, con
dificultad, el equilibrio en la incómoda silla de madera.
No hay
tiempo para más y apuramos paso para atravesar la parte menos vistosa de la
jornada.
En un
intento por mantener la sensibilidad y espiritualidad del Camino, los
peregrinos fabrican y engarzan cruces sencillas de madera en las cercas y
alambradas que nos separan de la dureza y materialidad de las instalaciones
modernas del aeropuerto y de TV.
El Camino
de tierra afirmada por las pisadas de tantos peregrinos, se vuelve asfalto y
trepa hasta el final de la etapa señalada por el memorial de la visita papal.
Está en lo alto y puede verse lejos, se siente el Gozo de la proximidad de la
ciudad, aunque, aquí, es un buen momento para la reflexión y memoria de
vivencias y sensaciones experimentadas a lo largo del Camino.
El
autobús nos acerca a Santiago y nos instalamos en la Casa de Ejercicios, Via
Lucis, en pleno campus, en pleno centro urbano.
Estela
tiene preparadas las habitaciones y nos instalamos rápidamente para solazar por
las calles de la ciudad.
Es tiempo
de disfrutar del ambiente profano y cosmopolita que hay a estas horas de la
tarde.
Nos
acercamos al casco antiguo atravesando la Alameda, por el paseo de la
Herradura, desde cuyo mirador se tiene una de las vistas más impresionantes de
la catedral. Pero esta vez, avergonzada por estar sucia, oculta su fachada tras
los andamios. Aún nos detuvimos en el monumento “Las dos en Punto” dedicado a
las Marías, dos hermanas costureras - Coralia e Maruxa – extravagantes y
entrañables que, en la postguerra, flirteaban con los estudiantes.
En la
Praza do Obradoiro todo está igual que en otras ocasiones, atiborrado de
turistas en ropa deportiva que se fotografían con el falso peregrino de larga
barba blanca, el tuno cincuentón o el gaitero del pasaje que anima a turistas
con sus muñeiras.
La
amenaza de una nube negra se convierte en repentino aguacero que nos coincide,
por fortuna, en los soportales de la Quintana. El torbellino hizo tambalear las
sombrillas y un obediente camarero, al grito de su patrón, agarró una de ellas
y voló hasta el extremo opuesto de la plaza aferrado al parasol como si de Mary
Poppins se tratara. Aterrizó felizmente entre los aplausos y griterío de los
que estábamos a cubierto, que suplicamos al patrón una compensación por poner a
salvo su patrimonio.
Terminado
el chaparrón y sumida el agua por los enormes desagües de Santiago, descansamos
en O Beiro, tasca antigua y tranquila en la que nos ofrecieron un ensayo
enológico de la Ribeira Sacra que mezcla uva albariño con godello y da como
resultado un vino blanco fresco, afrutado y con la acidez justa para refrescar
la tarde. El complemento perfecto para semejante caldo fue un queso mantecoso
de Arzúa, de esos que llaman milagrosos por la capacidad que tienen de autorregenerarse.
Es hora
de cenar, todos o casi todos compartimos sopa y pechuga servida con amabilidad
y destreza por las monjas.
Terminamos
de cenar y buscamos la tranquilidad del claustro desde el que se oía el
agradable rumor del coro de la Asociación que sonaba a gloria.
Después
de un rato, para la cama.
El
desayuno con pan de bolla recién horneada es delicioso y rápidamente debemos
cubrir la etapa desde el Monte Do Gozo a la Catedral.
Una
mañana espléndida bañada con una luz especial, esa que hay después de las
tormentas y en una hora estábamos en la Praza da Quintana. A estas horas el sol
ilumina la fachada este y la Puerta Santa y merece la pena sentarse enfrente un
buen rato.
Caminamos
hasta la hora de Misa por las estrechas, y todavía tranquilas, calles y plazas
de esta ciudad pétrea en la que se conjuga monumentalidad y humanismo, recordando
los rincones y detalles de los edificios memorizados hace ya mucho tiempo.
Mucho
antes del comienzo de la ceremonia, la Catedral ya estaba abarrotada de gente
de todo el mundo con la finalidad de asistir a la celebración de la Santa Misa
del Peregrino (Japón, Suecia, Noruega, Estados Unidos, Francia, Italia....) así
como nacionales: Cartagena, País Vasco, León etc.
La
celebración fue solemne y participaron sacerdotes de prácticamente todos los
lugares nombrados conjuntamente con el Deán de la Catedral.
Para
los integrantes de nuestra Asociación, todo intento de estar juntos fue en vano
pero, dispersos como estábamos, entre apretones y empujones y emocionados por
el órgano y coro catedralicio, disfrutamos de la solemnidad y emoción de la
Ceremonia.
Yo gocé
del privilegio de un asiento al pie del altar mayor, junto a Luis, Presidente
de la Asociación, Pilar y Buzzi, representando a la Pulchra Leonina e hice la lectura del libro del Deuteronomio. Luis hizo
una invocación en nombre de todos los asociados (presentes y ausentes).
Para mí,
el camino tiene la doble vertiente de "búsqueda y encuentro": Búsqueda
de "algo", no material, distinto para cada cual, con una finalidad de
supervivencia e inmortalidad. No todos los caminantes tenemos las mismas
creencias, pero el Apóstol Santiago acoge a todas las distintas
confesionalidades religiosas como ha dejado patente en Deán en la celebración.
"Encuentro"
de uno mismo, caminas contigo mismo, contemplando la naturaleza y te sirve, en ocasiones,
de reflexión personal.
"Encuentro
" mutuo, cuántas personas se han conocido en el camino, y a partir de ahí
han iniciado una vida en pareja.
"Encuentro"
de amigos, (en esta sociedad individualista que vivimos), el camino acerca a
las gentes, abriendo sus corazones a nuevas amistades.
Pido al
Apóstol Santiago serenidad y paz para afrontar el camino de nuestras vidas.
Al final
el Botafumeiro vuela con el patrocinio de los peregrinos japoneses, se eleva con
ímpetu en dirección nortesur perfumando el Templo. El órgano incrementa el
volumen y vibran las vísceras. La atmósfera se hace embriagadora. Tras unos minutos
de silencio y clics de cámaras, se detiene pausadamente dando tiempo a relajar
la musculatura tensa por la emoción.
Finalizada
la Misa y el canto del himno a Santiago, nos fue permitido cantar a la
Asociación el cántico final dirigidos magistralmente por Conchita.
Tras la
larga mañana regresamos por la Rua do Franco y nos relajamos con un aperitivo
de volandeiras a la plancha y un Rias-Baixas en el Rápido, mientras comentábamos
las incidencias del día.
De nuevo
Estela y el resto de monjas nos ofrecen melón con jamón, empanada y ternera
gallega, gran menú de premio al sufrido peregrino.
Un nuevo
relajo en el silencio del Claustro y autobús para casa.
Las
flechas cambian de orientación hacia el Este, hacia casa, hacia León, o
¿deberían seguir apuntando hacia el Oeste?, hacia Fisterra. Para muchos el fin
de la peregrinación.
Crónica
del día 21 por Juan L. Nistal y Crónica del día 22 por Mª Teresa Piñón
Fotografías de Juan L Nistal