Esta semana los peregrinos de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de León "Pulchra Leonina" seguimos
nuestro peregrinar por el Valdetuéjar hacia el renombrado santuario de
la Virgen de la Velilla, edificado bajo el patrocinio de los Marqueses
de Prado. Allí nos espera la pequeña imagen orlada con gran corona de
rayos, que concentra la devoción de los habitantes de estos valles.
Diego Prado, “el dichoso”, encontró la imagen de la Virgen entre unas piedras.
Cuenta
la tradición que en el año 1470 un hidalgo de la familia de los
marqueses, Diego Prado, recordado como “el dichoso”, encontró la imagen
de la Virgen entre unas piedras. Un resplandor llamó su atención y
descubrió una bella imagen dorada, la llevó a su casa y le construyó un
pequeño oratorio privado en el hórreo, sin informar a los vecinos de su
hallazgo. Comenzaron a ocurrir desgracias a su familia, hacienda y
ganado, ocasionándoles tanto sufrimiento que hizo exclamar a su mujer:
Acordaos mi marido,
Acordad, Diego de Prado,
De aquella santa imagen
que en el monte habéis hallado;
la tenemos en el hórreo
sin la decencia y cuidado
con que se debe tener
tan precioso relicario.
Esto
le sirvió para recapacitar y decidió construir un templo en el punto
del hallazgo. La ermita perduró hasta 1615 y en este tiempo ocurrieron
muchos hechos dichosos y maravillosos, entre los peregrinos y devotos
que acudían allí.
En
el siglo XVIII se construyó la magnífica iglesia actual, que se le ha
denominado “El Escorial de la Montaña” debido al lujo y esplendor con
que se ha edificado.
Su
explanada nos recibe con un crucero de piedra de Boñar y en la fachada,
cercana a la cabecera del templo contemplamos la imagen del Apóstol
Santiago. ¡Señal que vamos por buen Camino de Santiago! Otra prueba más
de la importancia de este Viejo Camino de la Montaña, tanto en sus
orígenes como en siglos posteriores.
Aprovechamos
que Sabino, de la Asociación Virgen de Velilla, nos acompañó desde
Renedo (ya sabéis por quién preguntar si queréis un buen guía) para
visitarlo y admirar las magníficas imágenes y retablos.
¡Vamos
de sorpresa en sorpresa!: Cuando pasamos tras el altar mayor, al
Camarín de la Virgen, quedamos obnubilados, por la suntuosidad de la
capilla privada de los Marqueses. En el suelo marmolado destaca la
piedra ribeteada de inscripción, donde apareció la imagen.
Preside
el altar la Virgen de los Valles. Se trata de una copia, pues la
original fue robada en 1973. ¿Qué terribles penas sufrirá el actual
propietario, habida cuenta de los castigos infligidos a Diego Prado
hasta colocarla donde nos encontramos?
Cuando
salimos llama nuestra atención la placa que indica, que allí reposan
los restos de San Guillermo. En el libro que llevamos en la mochila,
“Las Cabeceras del Cea” de Matías Díez Alonso y Olegario Rdz Cascos,
sus autores nos cuentan que en 1915 el administrador D. Gregorio
Tejerina, practicando excavaciones en un muro del monasterio de S.
Guillermo en Peñacorada, encontró un sepulcro bajo el altar.
Inmediatamente
empezó a acudir gente de los alrededores convencidos de que se trataba
de los restos de San Guillermo, que la devoción popular venera.
¿De qué San Guillermo hablamos?
Los estudiosos e historiadores aún investigan sobre este santo. Si
preguntamos en Cistierna nos contarán la historia de un monje del
monasterio de Sahagún que en el siglo XI, escapando de las razzias de
Almanzor, se refugia en la gruta de Cistierna, protegido por los nobles
que habitan los castillos de Aquilare y Monteagudo, como antes hizo San
Froilán al respaldo de los castillos de Arbolio y Aviados. Cuando
lleguemos a Cistierna, os contaré como mi amigo el historiador Siro Sanz
encontró las reliquias del Santo, tras larga investigación, pero eso es
otra historia.
¿Cuántos enterramientos hay?
Temiendo disgustaros, yo creo que hay dos santos diferentes, pues la
leyenda nos habla del peregrino D. Gaiferos, que no es otro que
Guillermo X de Poitiers o de Aquitania, que muere al acabar su
peregrinación penitencial en Santiago, realizada para ser perdonado por
las desavenencias que tuvo tanto con el rey francés, como con el Papa.
Inmensamente rico, consiguió a través de “sus últimas voluntades”,
enviadas al rey de Francia, Luis VI el Gordo, que consintiera el
matrimonio entre el hijo del rey y su hija y heredera Leonor de
Aquitania.
¿Qué haría después, si no hubiera sido una muerte física, sino espiritual?
Pues tras esta fecha hay datos de él en peregrinaciones y vida
eremítica. Luego su rastro se pierde y la tradición le sitúa en Peña
Corada. Arropado por su séquito y riquezas y aprovechando las ruinas
romanas en la fragosidad de PeñaCorada, habría encontrado un escondite
para ubicar el cenobio que lleva su nombre. Se acogería a la protección
del rey Fernado II, que poseía estas tierras y era nieto de Raimundo de
Borgoña y por ello, pariente de Guillermo de Aquitania. ¡Qué casualidad!
Se
conservan documentos en que se dona el monte Valdrigo en Morgovejo para
fundar un monasterio y “los monjes sint obedientes domno Villiermo de
Peñacorada” (Arch Catedral 366)
Saliendo
ya del edificio llamó nuestra atención un jeroglífico grabado en el
muro, una de las denominadas marcas de cantero, era una tortuga, símbolo
querido por los peregrinos.
Para
los alquimistas, la tortuga era un signo representativo de la materia
informe, producto de la unión entre elementos esenciales, como el agua y
la tierra. La tortuga es un animal que vive muchos años, su simbolismo
se centra en la duración y la permanencia y, así, se la asocia con la
estructura del cosmos. Su caparazón superior, por su curvatura
representaba la bóveda celeste. Tendida sobre el caparazón ventral,
plano, que representa la tierra, asignaba a la tortuga el papel de
mediadora o imagen del universo en su totalidad. El iniciado que marcó
este signo nos señala un lugar mágico. La tortuga es símbolo de madre
sabia, ya que pone mucho esfuerzo en encontrar el lugar más adecuado y
seguro para sus huevos, con una localización estratégica, de modo que
sus crías logren llegar a salvo a su vida adulta. Aquí reside otro de
sus símbolos, el de la buena suerte, larga vida y buena salud. Su andar
metódico y el hecho de caminar con la casa a cuestas la convierte en un
símbolo querido por los peregrinos, que caminan con su mochila, por las
venas de la madre tierra.
Algunas tortugas aparecen en los dibujos con cabezas de serpiente y es que ¡ay! al vivir tantos años, ¿se cansarán de los “tortugos” y comenzarán a copular con dragones?
Fijaos
si no, a escasos metros de la tortuga siguiendo nuestro camino, en la
explanada nos encontramos la fuente, con la figura esculpida de un
dragón alado. No iba desencaminado el cantero, que posiblemente lo copió
de otra figura anterior, pensando que era un dato importante. Entre los
animales fantásticos celestes, el dragón se utiliza para señalar las
corrientes energéticas, bien sean de agua, para anunciar el curso de
este elemento o los de montaña, saliendo de una cueva, para simbolizar
los canales por donde corretea la energía de las cordilleras.
Nos
inclinamos a beber sin levantar la vista del bicho. Luego, muy
despacito, comenzamos la subida a PeñaCorada en busca de los restos del
abandonado monasterio de S. Guillermo.
Podéis ver este artículo publicado en el periódico La Nueva Crónica de León:
Ved el primer artículo de la serie publicado en La Nueva Crónica de León,
Texto y fotos de Rosa Fadón y Rafael Cid
Texto y fotos de Rosa Fadón y Rafael Cid