Del 15 al 17 de septiembre de
2017
Un rato para el aseo en el hotel y, ya preparados, nos dirigimos al Centro Cultural La Beneficencia donde se realiza la inauguración del encuentro. Es un gran edificio construido en el año 1841 como Casa de Beneficencia, ahora restaurado, y que alberga los Museos de Prehistoria, de Etnología de Valencia y diversas salas culturales.
En la antigua capilla, profusamente decorada en 1881 al estilo neo bizantino, tuvo lugar a las 20 h un concierto a cargo del Coro Lluis Vich, referido a la música a lo largo del Camino de Santiago. En la primera parte, con piezas religiosas medievales de los siglos XIII al XV y, en la segunda, con composiciones del Renacimiento, siglos XVI y XVII. Todas las obras fueron magníficamente interpretadas por este coro que fue muy aplaudido.
Antes del mismo, Lita (Mª Ángeles) tuvo unas palabras de recibimiento y agradecimiento para las Asociaciones Jacobeas allí presentes (Briviesca, Miranda, Burgos, Soria, Vitoria, Valencia y León, siempre la más numerosa). Después del coro, hubo una copa de bienvenida ofrecida por la Asociación de Valencia en la que degustamos la horchata valenciana acompañada de los “fartons”, típicos dulces alargados.
Como todavía quedaba tarde por delante, realizamos una primera visita a la Ciutat Vella y la Plaza de la Reina para admirar por fuera la Basílica Virgen de los Desamparados (Patrona de la ciudad), la Catedral y su torre, el Miguelete, que con sus más de 50 metros de altura destaca por encima de todo el caserío.
El sábado 16, fue un día denso en visitas culturales. A las 9 h de la mañana ya estábamos frente al Mercado Central para girar una visita al mismo. Es un edificio impresionante de estilo modernista (1914-1928), que con sus 8.000 m2 de superficie y 959 puestos de frutas, verduras, carnes y pescados, perfectamente colocados y organizados, es uno de los más grandes de Europa. Acto seguido, realizamos una visita al Palau de la Generalitat Valenciana, un palacio gótico del siglo XV, en el que destaca su patio con escalera y la escultura de Benlliure, la gran Sala Daurada, la Sala dels Reis, la Sala Nova y el Saló de Corts. Callejeando, sin prisas, alcanzamos después el Almudín, una antigua lonja o almacén de grano del s. XV perfectamente conservada que ahora se utiliza como sala de exposiciones. Seguimos nuestra ruta por la ciudad vieja y al lado de las Torres de Serranos, hacemos una pequeña pausa para tomar un café. Las Torres de Serranos (construidas entre 1392 y 1398) y Las Torres de Quart (1441-1460), son dos de las doce puertas que formaban parte de la antigua muralla medieval que se derribó en 1865. Como curiosidad, decir que bajo las Torres de Serranos se guardaron bien protegidas, gran parte de la obras de arte del Museo del Prado, traídas por el ejército republicano tras la inminente caída del frente de Madrid, para salvarlas de los bombardeos. Al lado de estas imponentes torres, cogemos el bus para trasladarnos al Monasterio de San Miguel de los Reyes y realizar una visita al mismo. Sobre la antigua alquería musulmana de Rascaña, los abades de Santa María de Valldigna, fundaron un pequeño monasterio de estilo gótico (1381-1546) que ocupaba la actual zona norte y cuyos restos aún son visibles. Posteriormente (1546-1835), los virreyes de Valencia, Germana de Foix y su tercer marido Fernando de Aragón, duque de Calabria, fundaron el Monasterio Jerónimo de San Miguel del los Reyes con el fin de que albergara sus bienes, biblioteca y panteón real. Visitamos la cripta donde se encuentra enterrada la Virreina Germana de Foix. El monasterio fue diseñado por el arquitecto Alonso de Covarrubias, y es una de las obras más importantes del Renacimiento en tierras de Valencia. Algunas partes, como la iglesia, se concluyeron en el periodo barroco. Tras la desamortización (1874-1966), el edificio quedó abandonado hasta que se decidió crear en el mismo un presidio. Este nuevo uso supuso la creación de dos grandes pabellones y un patio en la zona norte. Entre 1997 y 2000 se realizaron las obras de rehabilitación para acondicionar el edificio como sede de la Biblioteca Valenciana, con inmensos depósitos para documentos y libros, biblioteca, salas de consulta y exposiciones. Es un placer pasear por este edificio completamente remozado, y uno piensa con envidia, en lo que daría de si nuestro abandonado Monasterio de Sandoval. La comida, informal y ligera, la realizamos en la parte baja de un secadero de chufa, Sequer lo Blanch, a base de productos de la huerta de Alboraya, un municipio lindante con Valencia, rodeados de campos de chufa. No faltó, a modo de postre, la horchata con fartons.
Por la tarde aún teníamos programadas tres visitas importantes. La primera a la Parroquia de San Nicolás, también conocida como la “capilla Sixtina Valenciana” que ha sido restaurada en 2016 bajo el mecenazgo (igual que el Colegio del Arte Mayor de la Seda) de la Fundación Hortensia Herrero (la dueña de Mercadona). Esta iglesia, sufre una importante ampliación en el s. XV y, a finales del s. XVII (entre 1697 y 1700), se inicia la renovación barroca del templo con las pinturas al fresco que cubren todo el interior y los techos (cerca de 2.000 m2). Fueron pintadas por Dionís Vidal, según los diseños del maestro Antonio Palomino, que aprovechando el espacio que ofrece la bóveda gótica, ideó escenas de la vida de los titulares del templo, distribuidas en los seis lunetos que se corresponden con las capillas laterales: en la zona del Evangelio (lado izquierdo) la vida de san Pedro Mártir, y en la de la Epístola (lado derecho) la de san Nicolás de Bari. Este templo, es uno de los mejores ejemplos de convivencia entre la arquitectura gótica y la decoración barroca que existen en la actualidad.
Pero aún nos quedaba el plato fuerte de la jornada con la visita a la Lonja de los Mercaderes o Lonja de la Seda, que es el edificio de estilo gótico civil más destacado de Valencia, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1996. Fue iniciado por el cantero Pere Compte a finales del s. XV y se convirtió en el monumento más emblemático del Siglo de Oro valenciano por la revolución comercial y social que supuso en aquella época el comercio de la seda y otras materias como la lana. La ubicación geográfica de Valencia en el Mediterráneo y la importante industria de la seda, que alcanzó su culmen en la segunda mitad del s. XVIII, con 25.000 personas en la ciudad que se dedicaban a esta actividad y más de 3.000 telares, hizo que en este lugar se realizaran numerosas transacciones económicas. La Lonja consta de cuatro partes visitables: el Salón de Contratación o Columnario, dedicado a las transacciones mercantiles, una imponente sala con 24 columnas helicoidales que terminan en una bóveda de crucería. En ella se instaló la “Taula de cambis” (mesa de cambios), banco municipal creado en 1407 para el soporte de las operaciones comerciales. El Pabellón del Consulado o Consulado del Mar, ya de estilo renacentista, institución encargada desde el s. XIII del correcto cumplimiento de las cuestiones marítimas y mercantiles. Consta de dos salones, uno inferior (junto al Patio de los Naranjos) y otro superior; ambos destacan por el trabajado artesonado de madera de sus techos y los elaborados azulejos. Y, finalmente, el Torreón que hacía de cárcel para los comerciantes con deudas pendientes. En la parte baja de una columna del Patio de los Naranjos, se aprecia un bajorrelieve con unos peregrinos descansando, que según Lita, es el más antiguo de Europa con este motivo. Admiramos por fuera este bello edificio de la Lonja y nos dirigimos para realizar la última visita guiada al Colegio del Arte Mayor de la Seda. Es un edificio del s. XV recientemente remozado, donde se situaba el “Gremi de Velluters” (tejedores de terciopelo), cuyas primeras ordenanzas datan de 1479. Según comentan, contiene el archivo gremial más antiguo y amplio de Europa. Además de ver en funcionamiento un telar del s. XVIII, pudimos pasear por varias dependencias, como la Capilla o el Salón de la Fama, con elaborada cerámica valenciana en el suelo y con pinturas de San Jerónimo (patrón del gremio) en el techo. Una agradable tienda con múltiples objetos de seda despide al visitante.
Después de tanto arte, uno no tiene más que ganas de sentarse y tomar un café tranquilamente; y así lo hacemos. Posteriormente, un grupo, decidimos visitar por nuestra cuenta la Catedral y posteriormente coger un taxi para pasear un rato por la Ciutat de les Arts i les Ciències, un complejo de edificios (Palau de les Arts, Hemisfèric, Museu de les Ciències, el Puente de l´Assut de l´Or –popularmente conocido como el jamonero-, el Ágora y el Oceanogràfic) diseñados por Santiago Calatrava, en los que uno se queda gratamente sorprendido por su original diseño vanguardista.
El domingo 17, ya sin madrugar, nos dirigimos hacia El Palmar, una localidad próxima a Valencia situada en la orilla de la Albufera. Este gran lago de agua dulce de 2.300 ha forma parte del Parc Natural de l´Albufera (21.120 ha), en su mayor parte terrenos sembrados de arroz. Tres canales o “golas” comunican la laguna con el Mar Mediterráneo que se separa de aquella por la “devesa”, una franja estrecha de tierra con playas, dunas y bosque mediterráneo. Sobre las golas, la Comunidad de Pescadores de l´Albufera (entidad con más de 750 años de historia), mantiene los puestos fijos o “redolins” para la pesca de la anguila, que se sortean anualmente. Nos damos un largo paseo en barca por l´Albufera que resulta muy agradable y podemos contemplar en directo una competición de vela latina, la embarcación típica, casi plana, que utilizaban los pescadores locales y que ahora se está recuperando. Regresamos al embarcadero y en sus proximidades, en el restaurante Canyamel de El Palmar, tuvo lugar la comida de clausura, a base de la típica paella valenciana, que se alargó demasiado en el tiempo.
Con unas palabras de Lita a los postres y la entrega de un bonito obsequio a las diferentes asociaciones presentes (un cuadro con el bajorrelieve de unos peregrinos), se dio por finalizado este Encuentra de Asociaciones Jacobeas. Por la premura de tiempo, no se pudo ni tomar café en la mesa. A las cinco de la tarde, iniciábamos el camino de retorno y sobre las dos de la madrugaba llegábamos a León, que nos recibía con lluvia. Un bonito encuentro, denso en visitas culturales y como siempre, lleno de agradables experiencias.
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