Nuestra peregrinación por el
Viejo Camino de Santiago en la provincia de León nos lleva esta semana a
S. Martín y Renedo de Valdetuéjar.
Después
de pasar Puente Almuhey, los peregrinos del Viejo Camino de Santiago
por la provincia de León nos adentramos por el valle del río Tuéjar.
Llegamos
a San Martín de Valdetuéjar, donde tuvimos ocasión de disfrutar con las
andanzas de dos peregrinas a las que castigó San Guillermo. Sus nombres
no han pasado a la historia, pero todos las conocemos como Las Sirenas
de Valdetuéjar.
Podemos
contemplar en lo alto de un promontorio la ermita. Su base
sobre-elevada en una amplia plataforma y la estructura cuadrangular de
su potente torre denotan construcciones defensivas romanas. Existen
múltiples restos, calzadas, puentes y cicatrices de la conquista de
Roma, por estas tierras. P. Eutimio Martino nos da muchos datos en sus
libros, entre ellos "La huella de las Legiones, Roma contra Cántabros y
Astures". Se cree que cuando se repoblaron estas tierras, se
reutilizaron y cristianizaron los lugares romanos, de manera que los que
estaban bajo la advocación de Marte (Dios de la guerra) dieron culto a
S. Martín, los que estaban dedicados a Julio César (culto al emperador)
siguieron la devoción a S. Julián, advocaciones muy antiguas y comunes
en la Cantabria leonesa. Por encima del alero del majestuoso templo,
divisamos la imagen de dos sirenas. Las sirenas son seres mitológicos,
se las considera hijas del río Aqueo y la diosa Gea, pues no era
solamente Zeus el que lanzaba de vez en cuando ”una cana al aire”. Las
sirenas que vemos están junto a dos cabezas de atlantes. La mitología de
la antigüedad romana, muy del gusto del Renacimiento, pervive en estos
pueblos, que tan romanizados estuvieron.
El buen fraile convirtió a las peregrinas en sirenas de río Tuéjar, que desde los aleros de la iglesia nos contemplan.
Cuenta
la leyenda, que la ermita de San Martín fue hace tiempo un monasterio,
que acogía a los peregrinos del Camino y que en cierta ocasión, unas
peregrinas sedujeron a los monjes del monasterio. Las juergas nocturnas y
el escaso rendimiento diurno levantaron las sospechas del abad, que
dicen era san Guillermo. El buen fraile como castigo, convirtió a las
peregrinas en sirenas del río Tuéjar y obligó a los arrepentidos monjes a
plasmar como aviso sus imágenes, en los capiteles de la iglesia del
monasterio.
Dicen
mis amigos que del río, han pasado a la laguna y en los amaneceres
calurosos de verano, podemos verlas en top-less chapoteando en el agua e
invitando a los desprevenidos caminantes a darse un chapuzón con ellas.
Pero yo os recomiendo que no escuchéis su canto y sigáis vuestro
camino. ¡ay San Martín, ruega por nosotros!
Vamos
ascendiendo lentamente y llegamos a Renedo de Valdetuéjar, localidad
que fue amplio solar y casa matriz de los poderosos Marqueses de Prado,
que dieron origen a muchas historias y leyendas.
El palacio de los Marqueses de Prado actualmente se conserva en León, en la obra hospitalaria Nuestra Señora de Regla.
Algunos
prestigiosos historiadores opinan que el rey Fruela I tuvo fuera del
matrimonio dos hijos Aznar y Nuño Fruela y que de este último procede la
familia Prado. Sin embargo no sabemos a ciencia cierta los nombres de
los inmediatos descendientes de D. Nuño, por lo que no será hasta
pasados dos siglos cuando se dará a conocer D. Martín Díaz Prado, que
aparece en las crónicas con este apellido. Debe de quedar claro que no
sabemos si D. Martín Díaz Prado era descendiente o no de D. Nuño Fruela,
pero a partir de aquí los miembros de esta linajuda familia, usan esta
denominación y se extienden por toda España, ocupando importantes cargos
políticos junto a los reyes. Así mismo las armas de esta casa
astur-leonesa descendiente de D. Martín Díaz de Prado figurarán en
nuestro escudo: un león rampante en campo de oro.
Pero entremos en la leyenda. Las anteriores lagunas históricas han dado
pie a decir que, esta familia procede del mismo rey Fruela I, pues
cuando se encontraba cazando por los prados de León, sedujo a una
doncella que se encontraba cuidando su cabaña. A la descendencia de esta
relación dio el rey el apellido “Prado”.
Es posible que no vaya muy desencaminada esta historia, ya que nuestro Fénix de los ingenios, Lope de Vega publicó en 1621 una comedia titulada así: “Los Prados de León” y por una casualidad del destino lo insertó en “el Peregrino en su patria”.
En esta obra en verso, nos encontramos con dos personajes históricos: los reyes Bermudo I el Diacono y Alfonso II el Casto.
Hay también un pastor, Nuño de Prado, llamado así por haber sido
encontrado por el rey Bemudo I en un prado “de flores lleno”, que el rey
encomendó su crianza a un labrador, Mendo, para que lo mantuviera
bucólicamente en el campo, apartado de las intrigas de la corte. Cuando
finalmente, el rey renunció al trono, a raíz de su derrota en la batalla de Burbia (actual
Villafranca del Bierzo), contó a su sucesor Alfonso II el Casto la
historia del niño encontrado en el prado y le encargó que favoreciese en
lo posible al muchacho.
Alfonso
mandó a buscarlo a la aldea, para ser educado en los usos y maneras
cortesanas. Nuño llegaría a convertirse en el brazo derecho del Rey, lo
que le haría el blanco de las envidias de sus rivales. La situación se
agrava aún más cuando pone sus ojos en él, la infanta Doña Blanca, a la
que Nuño ignora, porque él bebía los vientos por Nise, una bella
campesina de la que ahora le separaba su nuevo destino en la Corte.
La
infanta despechada y los cortesanos envidiosos, urden un plan para
hundir al pobre Nuño de Prado y no se les ocurre otra cosa, que acusarlo
ante el monarca de connivencia con el enemigo musulmán. Alfonso,
enfurecido, ordena su destierro del que sólo se salva gracias a que el
labrador Mendo, informa a la corte de que en realidad Nuño es hijo de
Fruela I, que lo tuvo con una hermosa aldeana, después de retozar con
ella en los prados del pintoresco pueblecito leonés.
Lope
acaba su obra solventando otro problema: puesto que un noble no podía
casarse con una plebeya y Nuño quiere desposar a Nise, aparece en escena
la tía de Alfonso II, Dª Leonor, la cual confiesa, como si de un
culebrón televisivo del Siglo XXI se tratara, que Nise es en realidad
una princesa, hija suya, fruto de una relación con el conde de Castilla.
Nise y Nuño pueden ahora casarse y Lope de Vega, benevolente, termina
la obra otorgando el perdón a los malvados cortesanos:
Pues yo les doy el perdón.
España toda te alabe.
Y aquí la comedia acabe
de Los prados de León.
Leyenda
histórica o simple comedia de Lope, el valle del Tuéjar palpita con
esta poderosa familia. Las piedras de sus edificios adornan todos los
pueblos de los alrededores y en León se conserva parte de su palacio, en
la obra hospitalaria Nuestra Señora de Regla, junto a la
catedral de León. Ubicado en Renedo, tras su abandono se compró, para
reedificar el santuario de la Virgen del Camino, pero cuando se decidió
por un edificio de estilo moderno, el obispo Almarcha, que ya había
trasladado el derribo del monasterio de Eslonza para edificar la Iglesia
de Renueva, compró las piedras ya desmontadas por 800.000 Pts. Aunque
encorsetado en un espacio más pequeño, se salvó de la ruina y hoy nos
recuerda el esplendor que tuvo esta familia leonesa.
Y
eso no es todo... algo más os contaremos en la próxima entrega, pues
aún en nuestro peregrinar tenemos que llegar a la Virgen de la Velilla.
Texto y fotos de Rosa Fadón y Rafael Cid
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