La Junta Directiva de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de León ¨Pulchra Leonina¨, a principio del mes de marzo, nos animó a realizar una actividad que se le puso el nombre de Filandón del Camino, que consiste en recopilar anécdotas que hayamos vivido en el Camino, esta es la décima entrega del ¨ Filandón del Camino´, en esta ocasión nos cuentan sus anécdotas Amelia García Portillo y de nuevo Anselmo.
¡Disfrutar de ellas ¡
NOCHE TOLEDANA EN LUGO.
El 25 de julio de 1997 estaba haciendo el Camino Primitivo. Para hacer este Camino me había unido a un amigo hospitalero y una compañera suya de trabajo. Ellos habían empezado en Suances, y yo me incorporé al grupo en Oviedo. Me costó adaptarme a los horarios que ellos traían, no madrugábamos y nos comíamos todo el calor de unas largas jornadas de julio con temperaturas bastante altas a pesar de estar en el norte.
La noche del 25, fiesta de Santiago, dormimos en el polideportivo de Cádavo Baleira que tenían habilitado para los peregrinos y los curas de la zona nos habían dejado la cena pagada en un mesón del pueblo a todos los peregrinos que habíamos llegado ese día. EL día 26, íbamos de Cádavo a Lugo, yo llevaba los pies bastante mal, había mucha carretera, hacía mucho calor, llevaba botas de montaña que era demasiado para esa época y con tanto asfalto. Iba tan mal, que estaba dispuesta a coger el autobús al día siguiente porque toda la etapa era por carretera. Pero al llegar a Lugo, en la Parroquia La Nova donde acogían peregrinos (no había en esos momentos albergue de peregrinos), el cura que nos recibió, nos indicó otra opción para la etapa del día siguiente, pasando por Sobrado de los Monjes disfrutaríamos de mejor camino, aunque íbamos a hacer un etapa más. Así, descarté la opción del autobús ya que decidimos hacer ese camino. El cura muy majo, nos cedió los salones parroquiales situados en el piso de arriba de las dependencias parroquiales para dormir esa noche. Estaban alojados también un grupo de chavales de Madrid con los que veníamos coincidiendo un par de días. La fatalidad hizo que no entendiéramos bien las instrucciones y cuando salimos a cenar, cerramos la puerta del piso de arriba de la que no nos habían dejado las llaves. No recuerdo bien si fuimos nosotros o los chicos de Madrid, da lo mismo, la cuestión es que cuando volvimos de cenar, cada grupo por su lado, nos encontramos con que sólo podíamos entrar a las dependencias de la parte baja, creo recordar que era un despacho. No podíamos subir a los salones donde habíamos dejado las mochilas. Así que, según estábamos, tuvimos que dormir tumbados en una alfombra de aquella estancia que estaba fresquita, sin una sudadera que echarnos encima. Los intentos por localizar al párroco, no dieron fruto. Menos mal porque después de habernos ofrecido las estancias, si le hacemos venir de su domicilio que no debía estar cercano, hubiera sido el colmo peregrino…
No fue una buena noche, pero al recordar y mirar las fotos, he visto que tenemos una de todo el grupo, los de Madrid y nosotros, ya por la mañana al recoger las mochilas y se nos ve muy felices,… cosas del Camino.
Amelia García Portillo.
ANÉCDOTA IV.
Seguimos los dos peregrinos en los inicios del recién restaurado Camino Olvidado con muy escasa o nula señalización y ningún conocimiento de esta ruta en las localidades por las que pasaba. Estamos ya en la región leonesa.
El camino discurría por una loma que nos permitía ver al fondo un pequeño pueblo entre abundante vegetación. Era mayo y un día caluroso por lo que hicimos planes de tomarnos una refrescante cerveza si había algún bar en el lugar.
Delante de la primera casa que encontramos y en el poyo corrido a lo largo de su fachada, estaba sentado un hombre más bien maduro con su boina, piernas cruzadas, inclinado ligeramente hacia adelante y fumándose un cigarrillo. Su mirada, hasta que llegamos nosotros, dirigida al infinito en actitud de reflexión, seguramente como una forma de poner en orden las ideas o los recuerdos, lo que otros hacemos a través del Camino de Santiago.
Peregrinos: - Buenos días
Hombre: - Buenos son, si señor
P. - ¿Tienen bar en el pueblo?
H. – No. Ya hace bastante tiempo que no tenemos bar. Quedamos poca gente. Pero ¿qué necesitaban? P. – Era simplemente para tomar unas cervezas.
H. – Esperen aquí un momento.
Y entró en la vivienda dejándonos pensativos porque no sabíamos que pretendía.
Al poco tiempo salió con una bandeja de flores chillonas y un tanto desconchadas portando tres cervezas y un platillo con lonchas de chorizo casero. Nos indicó que cogiéramos los botellines y vasos y nos sentáramos en el poyo, y colocó la bandeja con el platillo en una pequeña silla de enea delante de los tres. Y comentamos la cierta soledad de los pueblos aunque él no lo cambiaba por nada; de que nunca había visto pasar por allí peregrinos pero si tenía oído historias al respecto. Hablamos de muchas cosas más y, sobre todo, se ganó nuestro corazón y admiración por su actitud ante el mundo y ante dos peregrinos totalmente desconocidos.
Le deseamos una larguísima vida y él nos despidió con lo que podría ser, a su modo, un “Buen Camino, peregrinos”.
P.D. Posiblemente en esta anécdota también tuvo algo que ver el “ángel de la guarda”. Me pareció verle en un cuadro encima del frigorífico.
Texto: Anselmo Reguera.
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