martes, 9 de septiembre de 2025

Crónica de un viaje cultural a los tesoros ocultos de León (Parte primera)


 Sábado 21 de junio de 2025.



El pasado sábado, con el verano estrenándose y la canícula empezando a calentar con sus primeros soplos ardientes, un apasionado grupo de casi cincuenta socios del Espacio Cultural de la Asociación Amigos del Camino de Santiago “Pulchra Leonina” nos dimos cita a las nueve de la mañana en la ya familiar Plaza de Guzmán. El aire era limpio, apenas agitado por una brisa leve, y la expectativa general llenaba de sonrisas y saludos los primeros momentos del día y nuestra cita.

Gracias al apoyo de la Diputación de León, que nos facilitó un cómodo autobús, emprendimos una jornada que prometía cultura, arte, historia, buena gastronomía... y, cómo no, ese calor humano que caracteriza nuestras actividades, en las que la amistad y el amor por la tierra van siempre de la mano.

Primera parada: “Villacé y su joya oculta”. 

 Nuestra primera escala nos llevó a la localidad de Villacé, un pequeño y discreto pueblo que esconde en su iglesia de la Asunción de Nuestra Señora un verdadero tesoro artístico e histórico. 



 
Allí nos recibió Iván, joven vecino del lugar y apasionado guía, cuya energía y conocimiento contagiaron de inmediato a todo el grupo. Pocas veces hemos visto a alguien tan joven tan enamorado de la historia de su propio pueblo, y ese entusiasmo se notaba en cada detalle de sus explicaciones. 
 
 


 
El templo esconde sorpresas que van mucho más allá de su modesta apariencia exterior. Sus naves descansan sobre un suelo de enormes lajas de pizarra, algunas de ellas con inscripciones funerarias y escudos apenas visibles, testigos de siglos de historia. 
 










Su artesonado mudéjar policromado, su gran retablo barroco en el presbiterio, la elegante pila bautismal labrada en piedra o el curioso retablo doble de la Piedad, visible desde ambas caras en las capillas laterales, son muestras de un patrimonio riquísimo que, por desgracia, permanece desconocido para la mayoría.
 





También pudimos contemplar un púlpito de madera policromada y, como colofón, un singular órgano español del siglo XVIII, auténtico tesoro sonoro que guarda silencio esperando tiempos mejores. 
 

 No es de extrañar que esta iglesia haya sido declarada Bien de Interés Cultural (BIC). Salimos de Villacé sorprendidos, preguntándonos cómo es posible que tan poca gente conozca este lugar.

Segunda parada: “El Castillo de Valencia de Don Juan, guardián del Esla”.
 





A media mañana nos dirigimos a Valencia de Don Juan, también conocida como Coyanza o Valencia de Campos. Allí, tras un breve descanso para estirar las piernas y disfrutar del ambiente de su plaza, iniciamos la visita a su majestuoso castillo gótico-militar, una fortaleza que ha sido, desde tiempos remotos, centinela de la ribera del Esla.
 




Fernando, nuestro guía en esta ocasión, supo meternos de lleno en la historia de la fortaleza, erigida por Don Juan de Portugal, hijo bastardo del rey Pedro I de Portugal y de Inés de Castro, la trágica princesa gallega cuya leyenda aún conmueve. El castillo, construido a finales del siglo XIV sobre los restos de antiguos castros de la Edad del Bronce, del Hierro y época romana, domina un amplio valle desde su promontorio, cumpliendo su función histórica de vigía de la comarca.
 









 Declarado Monumento Nacional durante la II República, el castillo es un ejemplo espléndido de la arquitectura militar bajomedieval de la península ibérica. Fernando nos explicó también cómo la propiedad fue donada por la última condesa de Valencia de Don Juan a la Fundación Instituto Valencia de Don Juan, con sede en Madrid, y cómo en 1998 fue cedido al Ayuntamiento de la villa para su uso cultural hasta 2073. Una muestra de cómo el patrimonio puede conservarse y abrirse al público con diligencia, talento y respeto.
 
 Tercera parada: “Banquete de tradición en La Huerta de Don Pedro”.


Tras una mañana intensa, llegó el merecido descanso gastronómico en el restaurante “La Huerta de Don Pedro”, en el corazón de Valencia de Don Juan.







Allí, rodeados de un ambiente acogedor y con un servicio atento, disfrutamos de un generoso y sabroso menú con productos de la tierra: embutidos de calidad, pastel de cabracho, bacalao al horno con patatas panaderas, exquisita carrillera de ibérico guisada y un final dulce con tarta de queso con arándanos. Todo ello regado con el vino de la comarca, el inconfundible Prieto Picudo, tanto en su versión rosada como tinta.
No faltaron las charlas animadas, los brindis, las risas y el reconocimiento a la hospitalidad de los camareros y del dueño del establecimiento, que hicieron que nos sintiéramos como en casa.

Texto : Pedro Antonio García Cordero.

Fotografías: Juanjo Robles y Jomardi.

 


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