Martes 21:
Un buen desayuno nos prepara para
el asalto, en el buen sentido de la palabra, al Mont St Michel.
Explicados los pormenores de la travesía, nos dirigimos a Le Bec d´Andaine a la altura de la playa. Allí estaba Nicolás,
nuestro guía, con puntualidad inglesa.
Seguimos sus instrucciones. Todo
el mundo tiene que descalzarse, arremangarse el pantalón y caminar a su lado,
siguiendo siempre sus indicaciones.
Si dijera que el mar se había
retirado hacía poco tiempo no mentiría. Nuestros pies sentían la humedad de la
arena y caminamos alrededor de nuestro guía.
Parada ante el río que va a dar a
la mar que es el morir (como dice Jorge Manrique). Exploración por parte de
Nicolás y lo atravesamos. La emoción estaba en todos contenida pues nos
esperaban 6 Km.
Risas, preguntas,
camino...mientras nos acercábamos a la isla de Tombled, antigua fortificación
inglesa en el asalto que se produjo al Mont St Michel.
Al llegar al segundo río parada,
mientras veíamos con asombro, como le subía el agua a Nicolás, por encima de la
rodilla.
Exploración, comunicación con la
base de guías y después de un tiempo, marcó la ruta: hay que atravesar en
diagonal.
Nos subimos aún más los
pantalones y sentimos la corriente como si nos quisiera llevar al mar.
Por fin lo atravesamos y después
de mirarnos sonreímos. Una demostración de Nicolás sobre arenas movedizas nos
hizo ver los peligros que encierra la travesía.
Desde la azotea del Mont St
Michel, las cámaras descargaban los flashes ante nosotros. De repente entramos
como en una ciudad medieval.
Ganamos la Abadía y entramos en
ella para la misa. Dos comunidades, hombres y mujeres unidos en la oración.
Música celestial, ofrenda de dos de nuestras socias Amor y Nati, abrazos en la Paz, plegaria por los compañeros que no
habían podido venir, por Brigitte y Marc, nuestros amigos y por otras
intenciones. Describir lo vivido es difícil.
La visita al resto de la Abadía
nos hizo entender la importancia de la misma.
El cuerpo estaba cansado, el alma
serena y así regresamos a St Jean le
Thomas. Cena y descanso después de tantas emociones.
Miércoles 22:
Con un buen desayuno continuamos
nuestro camino y nos dirigimos a Cancale y al mirador de La Point
du Grouin, el lugar más occidental de Normandía.
¿Y no probastéis sus famosas ostras?
Vegetación, acantilados,
archipiélagos, bunkers, mar... todo ello en una explosión del paisaje, cuidado
este con mimo y limpieza.
Llenos los ojos de tanta belleza
natural nos dirigimos a St Malo, nido de piratas en otros
tiempos.
Andamos ahora por tierras de la Bretaña francesa.
Caminamos sobre su interminable
playa y antes de entrar en la ciudad vimos las defensas que sus habitantes
ponen al mar. Postes de madera y troncos de árboles de 4 m. juntos unos al lado
de otros para que la batida de mar no golpee al dique.
Esta ciudad quedó totalmente
destruida en la II Guerra Mundial pero fue reconstruida tal cual era. Nos
perdimos por sus calles hasta la hora de la partida hacia Dinard.
Antes de llegar contemplamos la Hidroeléctrica Mareomotriz aprovechando
las mareas para producir energía eléctrica. “La
Maison St François”, nuestro alojamiento, nos estaba esperando y más concretamente
Catherine y Juan Pablo, que se desvivieron en la recepción, atención y
solicitud en la cena. Un paseo por el entorno y a descansar.
Jueves 23:
Día de descanso para José-Luis y
su autocar, que nosotros aprovechamos para salir caminando desde nuestro
alojamiento para visitar Dinard, cuna de la aristocracia
inglesa y lugar preferido para sus vacaciones.
Un camino bordeando el mar, nos permitió
contemplar de nuevo en la lejanía la ciudad de St Malo y Dinard que se
acercaba al caminar hacia ella.
Podríamos haber elegido cualquier
mansión para veranear, pues todas ellas eran maravillosas siempre y cuando
tuviéramos dinero.
Caminamos kilómetros y
kilómetros, viendo mansiones como aquella en la que se rodó la película “Los Pájaros” de Alfred Hitchcock, y la
estatua en su honor.
Aprovechamos este día para
degustar la comida de Bretaña, pasear por esta ciudad, disfrutar de sus playas
y rincones maravillosos, que sin duda retendremos durante mucho tiempo en
nuestro recuerdo.
La Comunidad de la Maison St François, nos sorprendió con una
maravillosa cena a base de productos típicos bretones, como las famosas "Galltes", sidra, tabla de quesos,
etc. y como colofón, los miembros de la
comunidad, ataviados con trajes bretones, nos deleitaron con un bonito baile.
Cumpleaños de Catherine con
“cuelga incluida”, cánticos de nuestra Asociación y con una gran satisfacción
por el día disfrutado, nos retiramos a descansar.
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