Hace
unos días la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de León
“Pulchra Leonina” recibió la invitación de nuestra Asociación hermana
“Monte Urba” de la Bañeza, para acompañarles en las XV Jornadas del
Peregrino, quince años de exaltación jacobea, que agrupaba una serie de
festejos a lo largo de una semana.
Podéis ver aquí una noticia de prensa:
Dispuestos a honrarles en esta efemérides, asistimos el lunes a los actos inaugurales.
Disfrutamos
de la conferencia “Melodías del Camino” impartida por Don Alberto Morán
Luna, que logró entusiasmarnos con sus canciones y emocionarnos con los
mensajes que trasmitían.
D.
Arturo hizo las presentaciones de rigor. Nos dijo que ejercías de
párroco en Camponaraya. Hacía algún tiempo, estuviste en la Bañeza
realizando las misiones y que se te recordaba con cariño sobre todo en
el barrio del polvorín. Habías ejercido tu ministerio en varios lugares
del Camino, como la Virgen de la Encina y Camponaraya, que los
recibiste en Molinaseca, cuando hicieron el Camino en el 88 y hasta nos
leyeron un “Capitel” de Conrado Blanco, en el que eres el protagonista de varias anécdotas.
También nos contó que además de en la parroquia, ejerces apostolado en la Residencia Sanitaria de Ponferrada.
Después
tomaste la palabra, para decirnos que aunque no has hecho el Camino, a
la vez lo hiciste miles de veces. Tu abuelo, en Molinaseca, compartía el
pan, el vino y el pajar para que durmieran los peregrinos que por allí
pasaban. A cambio les pedía las cerillas para evitar incendios. El
Camino formó así parte de tu vida y que “la vida es el Camino”.
De repente dejas de hablar.
Te
levantas, coges tu guitarra y empiezas a tocar. No podías elegir mejor
partitura para empezar: “Caminante no hay camino” de Machado……
Y
“golpe a golpe, verso a verso” seguimos caminando juntos por tu
recital. Nos cantaste una nueva canción con sentimiento sobre tu
pueblo. A mí, la música, me recordaba a la habanera “Es Torrevieja una
villa marinera…” Pero transformada ahora por la magia de tu guitarra en
“Es Molinaseca y todo el Bierzo, un rincón privilegiado, la calle real,
el río, el puente, el crucero…. “ Como pudimos comprender estabas
hablando de nuevo del Camino.
Después
de encandilarnos con tus recuerdos de infancia, nos hiciste participes
de tu vivencia personal sobre ese Camino. Ni más ni menos que un
encuentro con Dios, con la naturaleza, con la vida, con las otras
personas y contigo mismo… ¡Uf, qué difícil me lo pones, seguirte el hilo
hablando y cantando sin parar!
Te
pusiste de nuevo a cantar: “mensajes de paz, compartir un trozo pan…”
Entonces me di cuenta. “Compartir” ese es el encuentro con Dios en el
Camino, con ese Dios que es amor. ¿Voy bien?
Aunque
ya dijiste al comienzo de tu charla que el camino físico no lo habías
hecho nunca, en el 77 fuiste para Villafranca como sacerdote. Allí, un
día, te encontraste con un peregrino que te dijo: “Mi gran experiencia
es que, en la gran explanada castellana, me encontré de pronto sin agua
ni comida. Me acuciaba el hambre la sed y el calor.
Tenía,
eso sí, en mi cartera un montón de tarjetas de crédito (no las cito
aquí por lo de la publicidad) ¿de qué me sirve todo esto?” -Se preguntó.
Pues para comprender que en la vida, a veces nos preocupamos más de
tener que de ser.
Acto
seguido, continuaste cantando a ritmo de ranchera esta vez como si
nada, hablándonos ya directamente al corazón. Era una canción sobre la
amistad. Nos dijiste que amistad es darlo todo sin pedir nada a cambio.
Nos diste tu buen hacer y tus sentimientos sin pedir nada, pero a estas
alturas ya aprendimos que hay que compartir y te ofrecimos una ovación
cerrada, que casi derriba los cimientos de la Iglesia del Salvador para
susto de D. Arturo.
Nos
descubriste un pequeño secreto: te gusta ir a Oseira a componer tus
canciones y llenarte de Dios. ¿Sabes que por los años 60 comí allí el
mejor chocolate de mi vida?
Nos
cantaste “llena mi vida Señor” y lo hiciste de corazón a corazón, hasta
tal punto que improvisaste al final “un peregrino en la Bañeza con sus
amigos” Y así era el compartir de ti y para ti.
A
partir de aquí, bien porque ya presentabas síntomas de fatiga, o porque
habías conseguido un público totalmente entregado, te acompañamos con
el estribillo y las palmas “uh, uh, uh, vamos a soñar un mundo de amor y
de paz”.
Alberto
con el corazón, "peregrino que caminas con el viento a otro lugar,
lleva siempre en tu mochila este cantar, con letras de amor y de
amistad". ¿Es así la letra? A estas alturas ya no sé cuánto de tu
canción se ha hecho mío, cuánto improviso...
Reconoce
que te sorprendimos cuando Yerule, la sobrina de D. Arturo salió de
entre el público y te condecoró con la concha de peregrino.
Pero
reaccionaste enseguida, dedicándole otra canción: “Chumi-chu, una niña
de Vietnam" algo tan emocionante, tan lleno de sentimiento, de
humanidad.
Y luego, con reverencia, te despediste en japonés, con una inclinación, que permitiría ocultar lágrimas.
-¿Te ha gustado mi Camino del reportaje?
- Me alegro.
Y ahora voy a contarte algo personal:
Hace
unos días Luis, Rosi y yo conversábamos con D. Baldomero, el viejo
curilla del cementerio de León y me animaba para que escribiera algo
sobre la espiritualidad en el Camino, que no me conformara con el arte o
la historia, como hago a menudo. Yo le dije que lo intentaría, para no
desairarlo, pero tú me has dado la ocasión que necesitaba. Así que ¡Va
por usted D. Baldomero!
Y a ti Alberto, gracias por tus palabras, tus canciones y sobre todo tu mensaje.
¡Osewa ni narimashita!
Texto y fotos de Rafael Cid
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