Dejamos Puente Almuhey cruzando la vía del ferrocarril y siguiendo la carretera a unos 100 metros vemos señalizado a la derecha el camino, que debemos seguir y que ya no dejaremos hasta pasar Taranilla, que es el pueblo de nuestro compañero Melchor.
Nuestro amigo, que sus deberes laborales le llevaron al País Vasco, es un enamorado de su pueblo y en cuanto pudo volvió para instalarse y respirar el aire puro de estas montañas. Ahora nos acompaña en nuestras rutas como buen conocedor de la gente y del lugar.
Taranilla es la puerta de entrada al valle. Ved nuestras fotos de Taranilla aquí.
Dicen que el nombre puede provenir de txara = jara, pero yo no vi ninguna de esas plantas por el camino, así que prefiero la otra acepción que indica D. Matías en su magnífico libro “Las cabeceras del Cea” que no es otra, que la del dios celta Taranos.
Como miembro de la Asociación del Camino de Santiago, me agradó saber que la iglesia de Taranilla está bajo la advocación de Santiago Peregrino. La antigua iglesia se hallaba junto a lo que hoy es el cementerio, pero en 1918 con las labores de minería de los alrededores, se resintió y las empresas del carbón la reconstruyeron en 1935 en el lugar donde se encuentra en la actualidad. Parece que la obra costó 16000 y todos quedaron satisfechos.
Atravesamos el pueblo y casi al final, cruzamos la carretera y seguimos por un camino, no tiene perdida, el fuerte olor a establo nos acompañará hasta un puente sobre el Tuéjar y seguiremos por la derecha un camino entre el río y la falda de la montaña.
Subimos por una escombrera y pasamos junto a una bonita laguna artificial hasta llegar a la ermita de San Martín de Valdetuéjar. Ved aquí nuestro reportaje de San Martín de Valdetuéjar
Mientras nos acercamos, podemos contemplar en lo alto de un promontorio la ermita. Su base sobre elevada en el terreno y su torre cuadrangular nos recuerdan las construcciones defensivas romanas. Concuerda con los múltiples restos, calzadas, puentes y cicatrices de la conquista de Roma, que perduran en estas tierras. P. Eutimio Martino nos da muchos datos en sus libros, el más gráfico "La huella de las Legiones, Roma contra Cántabros y Astures". Nos dice que se reutilizaron y cristianizaron muchos lugares romanos bajo la advocación de Marte (Dios de la guerra) transformados en S. Martín, o los que estaban dedicados a Julio (culto al emperador) variando a S. Julián.
Por encima del alero del majestuoso templo, divisamos la imagen de dos sirenas, quizá puedan considerarse elementos añadidos a la fachada.
Las sirenas son seres mitológicos, se las consideraba hijas del río Aqueo y la diosa Gea, pues no era solamente Zeus el que lanzaba de vez en cuando ”una cana al aire”. Las sirenas que vemos están junto a dos cabezas de atlantes, que dicen ser del siglo XII.
También son dignas de mención unas inscripciones en la puerta de entrada,
que traducimos:
Los ángeles que velamos el sagrado templo al que usted entra, exhortamos que tema al Dios que está dentro.Esta es la casa del Señor, firmemente edificada, está bien cimentada sobre la dura roca. San Martín ruega por nosotros.
Entramos para hacer un recorrido por el interior: capiteles historiados, con cabezas humanas, lobos, aves y hasta un lagarto en piedra trepando por una columna.
El retablo es del siglo XVIII con San Martín, partiendo su capa con la espada. Recordamos la historia del santo, tan vinculado al Camino de Santiago. S. Martín de Tours, hijo de un tribuno romano, fue militar antes que santo. Dicen que la devoción fue introducida en España por los peregrinos, quién sabe si no tendrá que ver, con que él defendió a los priscilianistas y ellos mismos pudieron introducir su culto a lo largo del camino.
Echamos una mirada al espacioso valle y seguimos el camino que nos conduce al pueblo. A nuestra izquierda vemos una vivienda: “casa de Cata” y llamamos para devolverle la llave de la ermita, a esta mujer siempre dispuesta a tener una charla animada con la gente, que gusta de contemplar el arte y compartir la devoción que nos depara el camino.
A partir de aquí, no nos queda más remedio que seguir ruta por la carretera. Así que, para entreteneros, os contaré que hacen unas sirenas paganas ¡ellas en un templo cristiano!:
Cuenta la leyenda, que la ermita de San Martín fue hace tiempo, un monasterio que acogía a los peregrinos del camino y que en cierta ocasión, unas peregrinas sedujeron a los monjes del monasterio. Las juergas nocturnas y el escaso rendimiento diurno levantaron las sospechas del abad, que dicen era san Guillermo.
El buen fraile montó en cólera y como castigo, convirtió a las peregrinas en sirenas de río Tuejar y obligó a los arrepentidos monjes a edificar la iglesia del monastrio, dejando en los capiteles sus imágenes como aviso.
Dicen mis amigos montañeros que del rio, han pasado a la laguna y en los amaneceres calurosos de verano podemos verlas en top-less chapoteando en el agua e invitando a los desprevenidos caminantes a darse un chapuzón con ellas. Pero yo os recomiendo que no escuchéis su canto y sigáis vuestro camino. ¡San Martín de Tours, ruega por nosotros!
Texto y fotos de Rosa Fadón y Rafael Cid
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