UNA ANÉCDOTA CON FINAL FELIZ
Era el día 1 de mayo de 2019. Tenía pendiente completar las dos etapas del Camino del Salvador que en su día me fue imposible realizar. Me dirijo a Buiza acompañada de un buen amigo y compañero de la Asociación.
Todo transcurría con normalidad, íbamos charlando y disfrutando del espectacular paisaje que nos rodeaba. En un determinado momento hacemos una breve parada en lo alto de la Forcada de San Antón, para reponer fuerzas y hacer las fotos correspondientes.
Apenas reiniciamos la marcha, ni siquiera habíamos andado 300 metros, mi compañero dice que se encuentra mal, que le duele una pierna y que necesita descansar hasta ver si se le pasa. Él conocía los síntomas de lo que sentía, pero no me lo dijo para evitar asustarme. Se tomó sigilosamente para no ser visto, un medicamento que llevaba, pero a pesar de ello el dolor persistía.
Nos encomendamos al Apóstol Santiago que ante la dificultad algo haría por nosotros. De pronto, como un ángel enviado del Apóstol, apareció un joven en una moto, le mando parar, le comentamos lo que pasaba, y sin dudarlo se ofrece para llevarlo a Rodiezmo, con la intención una vez allí llamar al 112.
Me quede sola en medio del monte y seguí allí unos minutos, muy asustada por lo sucedido, pero tenía que continuar caminando, no tenía otra opción. Cuando ya me disponía a partir apareció a lo lejos un peregrino, luego supe que era catalán -milagro, pensé- y sin dudarlo le esperé para unirme a él y continuar el camino. Cuando divisamos Rodiezmo, nos despedimos, pues en ese punto del Camino era donde me esperaba el compañero, dado que allí habíamos quedado para comer junto a otra pareja de amigos de la Asociación.
De regreso a León nos dirigimos directamente al hospital, y una vez hechas las pruebas pertinentes, el médico me informa que mi compañero ha tenido un amago de infarto y debe quedar ingresado. ¡¡¡Mi asombro no tenía límite!!!
Después de tres días allí, regresa a casa y a día de hoy gracias al Apóstol Santiago, está bien.
Ese día 1 de mayo tuvimos mucha suerte, porque al final todo quedó en un susto.
Rosa Gómez.
Atrapado en La Devesa
Esta historia viene a cuenta de un peregrino caminante recorriendo el Viejo Camino de Santiago y que bajando del Valle Arrimadas fue detenido por el sheriff local al pasar por La Devesa.
-¡Alto ahí alienígena! ¿Cuál es tu propósito malvado? Y me encañonó.
-Oiga, que no, que soy un peregrino de...
Me miró de arriba abajo; soy un tipo con sombrero, mochila y bastones en las manos, nada puedo decir en mi favor. Decidió el vigilante detenerme en el teleclub del pueblo y que les contara mi versión a los parroquianos allí reunidos mientras llamaba y no a los Hombres de Verde.
-Que dice, aquí el jicho, que es un... peregrino.
Condenenado a pagar una ronda a los reunidos.
-¿Y dices que eres de León? ¿Que estás haciendo... El Camino de Santiago...? -Pues... sí, el Viejo Camino de Santiago.
-¡Que eso pasa por Sahagún!
A palmar estamos, segunda ronda que se va sirviendo.
Coincidió y esto le salvó, in extremis, al caminante que el regente del teleclub había sido hasta que se jubiló el dueño del bar principal de Vegacervera.
-Pues sí, que sí, que voy siguiendo un antiguo Camino de Santiago que pasa por Vegacervera.
-¡¡Por Vega...!! ¡En la pu... vida pasó un peregrino por allí!
De nuevo negras nubes de sospecha alienígena se abaten sobre el caminante. Y el sheriff vigilante incide:
-¿Y dices que eres de...?
-De León, que soy de León capital, que tengo, de veras, ocho apellidos leoneses y...
-¿Y como se llaman el obispo y su vicario? ¿No eres... peregrino... de León?
Negras nubes, bla, bla, se abaten, bla, bla, bla, ¡otra ronda de lo mismo! Y las sospechas que no se disipan. A ver, alma candida, ¿Por dónde salimos de esta?
-Está rica la tortilla, sí.
-Es con chorizo la que nos ha hecho el jefe, aquí presente.
-Está bien, sí, pero yo la prefiero con cebolla...
Sillas y mesas salen volando en la trifulca que se prepara en segundos entre partidarios y contrarios de la cebolla, pero el viandante consigue, a duras penas, salir con bien del teleclub y proseguir su marcha. Todo irá ya rodando, es cuesta abajo, haciendo eses, hasta parar, desmochado, sin sombrero, en la Villa del Negrillón.
Y esto fue así; y si no les convenzo pasén por allí, rodando, rodando, montados en una calabaza. Que todos somos de León.
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