¡AY QUÉ GRANDE ES EL PERRINO,
MASTÍN
DE NUESTRO CAMINO!
Cual
su segundo apellido,
como
un perrino, en efecto,
se
halla nuestro presidente
bajo
un roble, recio enhiesto.
(Enhiesto
y recio es el roble)
Y
lo que cuento, bien cierto.
Tocado
con la visera…
¿qué
hacía? Yo me lo temo:
durmiendo
la siesta estaba ,
sí…
la siesta del carnero.
Pero
después comprobamos
nuestro
error; él iba haciendo
el
cálculo aproximado,
contando
de trecho en trecho.
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Hacia
el bello CABANILLAS,
bello
y acogedor pueblo,
dirigimos
nuestros pasos
con
entusiasmo y empeño.
Pocas
veces disfrutamos
de
ambiente tan halagüeño
como
el vivido el domingo,
por
tan delicados cerros,
que
montañosos no eran,
eran
livianos, ligeros.
Cierto
que alguna subida
nos
dejó un poco deshechos,
pero
ocurrió porque algunos
de
cascar no se aburrieron.
Y
claro, si mucho dices…
"joer
con este repecho"
más
jorobado tú llegas
a
la cima… y más sediento.
Mas…fuentes
murmuradoras,
de
los montañosos senos
teníamos
en el camino
para
un hálito sediento.
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Cumplimos
con nuestros fines:
refrescar
nuestros latines
Nunca
hubiera yo pensado
que
en tiempos como son estos
descubriéramos
allí
ritos
y mitos eternos.
Fascinante
resultó
aquella
misa en un templo
de
belleza singular,
en
recinto tan pequeño.
El
barroco del altar
y
las pinturas al fresco
eran
el marco preciso
al religioso suceso.
La
cima llegó, sin duda,
con
el gregoriano evento:
¡Cantar
los kiries, Señor
Y
el Glori in excelsis Deo…
es
experiencia imposible
en
estos tiempos modernos!
Ahora
entiende un servidor
de
Maribel los deseos:
asistir
en Cabanillas
a
misa tras el paseo.
Aunque
no sé si cantó:
desde
atrás yo no la veo
cuando
entonamos los Kiries,
los Kiries y hasta sus ecos.
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Mas no todo iba a ser
celebraciones de templo:
Los de Cabanillas eran,
los de cabanillenses fueron
obsequiosos y elegantes
con escabeche y…con huevos.
Sin olvidar la cebolla,
Cogida allí, en sus huertos.
Y el vino que, en tetrabik,
no suponía ni un esfuerzo.
Tan generoso allí
fue
el ágape dominguero
que casi me recordó
aquello del Evangelio
de los panes y los peces:
quedamos muy satisfechos.
Claro que sin nuestras pastas,
que Luis y otros repartieron
el ágape menos dulce
se nos hubiera allí hecho.
Por supuesto, la mistela
era preciso elemento,
que no hay fiesta sin mistela
si la fiesta es la de un pueblo.
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De Isidoro el
corralito
disfrutamos un ratito
Como ya es habitual,
Isidoro hizo
consejo
gastronómico, en su haiga,
no le falta un elemento:
La maleta del Mercedes
de rastro tiene el aspecto,
por su fondo
bien surtido,
bien de placeres repleto.
Desde la prensa del día
Hasta un recio , "Ballantines"
Que es un chupito ideal
"pa" después de los latines,
que la garganta se seca
al cantar con buenos fines.
Media docena de sillas,
plegadas con
gran esmero
tiene además Isidoro
allá en su maletero.
Un par de botas también,
esas botas de buen cuero,
esconde allí
condenado,
cuidándolas con esmero:
una para el vino blanco
y otra para el vino negro.
Y los hielos… allí están
brillantes y recién hechos.
Y por si hubiera problema
de manduque, también, creo,
que lleva allí una cecina
y un lomo
recién abierto.
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No le falta biblioteca,
que guardados
allí dentro,
lleva quince o veinte libros
para su ratos de asueto.
Ni que decir tiene…quien
escribe estos malos versos,
se limitó
allí ojear
ese egregio suplemento
llamado aquí "Filandón",
recuerdo de viejos tiempos.
Mas lo mejor de Isidoro
es que siempre tiene abierto
ese rastro-corralito
haga como haga el tiempo.
No es extraño que le tenga
todo el mundo gran afecto.
Que estos ripios que yo escribo
sean de reconocimiento
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Del retorno, nada sé:
Un servidor vino luego
de prisita hasta León,
madurando los recuerdos
de un día tan agradable
en los montañeses cerros.
Y así termina la Crónica
de Cubanillas, que ha
hecho
desde el Alto del Romero
un paisano de estos trechos
del Camino de Santiago
y nada más…hasta luego.
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