Vivencias en O Cebreiro.
Estando de hospitalero en ese punto del Camino, para mí el más mágico y asombroso, allá por la primera quincena de septiembre del 2001, viví momentos difíciles de olvidar. Ahora afloran de golpe, tras la pérdida a finales de abril de la siempre querida Edita Núñez (Hospitalera de la Xunta). Vaya para ella este merecido recuerdo.
Tengo que decir que fueron unos días de trabajo duro. Estaba anclado en el albergue, del que salía esporádicamente a dar una vuelta por el pueblo, y a correr unas horas por la tarde, por las aldeas y caminos de la zona que, por su dureza, me servían de entrenamiento para un objetivo inmediato: los 100 ms. de Santander, en octubre. Eso lo hacía cuando llegaba Edita, la Jefa, le decía yo con aprecio.
Era el 8 de septiembre, sábado. Habían salido todos los peregrinos, cerré la puerta y comencé con la tarea de limpieza y orden de todas las estancias. Era la Romería de Sta. María la Real. Inmensa multitud de personas se dieron cita en el pueblo. Dicen que cerca de 20.000, 690 veces más de su población habitual. No me extrañó cuando me dijeron que la cola de coches aparcados a ambos lados de la carretera, llegaba casi a Piedrafita por un lado y a Liñares por el otro. Los agentes de la guardia civil, se tuvieron que emplear a fondo para poner orden.
Al albergue llegaban Sras. con necesidades urgentes, también había que dar solución. Ese fue un día de júbilo, fiesta y romería. Nada que ver con lo que sucedió tres días después. Eran las 17 horas del día 11, aún no había llegado La Jefa. En esos momentos entraron cuatro peregrinos llorando, eran extranjeros, un par de ellos americanos, al preguntarles el motivo de su llanto, me enteré del terrible suceso, el atentado atroz contra las Torres Gemelas. Mal cuerpo me quedó para unos cuantos días.
Cuatro años más tardes repetí de hospitalero en ese mismo lugar, en julio, con un buen compañero, Oscar. El trabajo compartido, nos dio más libertad...
Ángel de la Mata García.
Camino Olvidado.
Seguimos los dos peregrinos, hace algo más de cinco años, por la ruta jacobea del Camino Olvidado.
En el límite de Burgos ya próximo a entrar en Cantabria, se encuentra la localidad de Arija que da nombre a un inmenso y precioso pantano sobre el rio Ebro. Cuando pasábamos cerca del colegio público, llegaba el autobús que recoge a los niños de la concentración escolar y que nos había cruzado un rato antes cuando iba a iniciar su ruta.
Una vez parado el autobús, la profesora que los acompañaba y su conductor nos preguntaron por las vieiras que adornaban las mochilas y cuál era el motivo de pasar por allí. Entre tanto los muchachos nos fueron rodeando interesados en la respuesta.
Aprovechamos, pues, para hablarles del origen histórico de este Camino Olvidado que nosotros estábamos recorriendo, y en cierto modo reivindicando, mientras disfrutábamos de los incomparables paisajes y paisanajes de su entorno, por ejemplo los que desde allí contemplábamos de Arija y su pantano.
Cuando terminamos la exposición de los argumentos, los aplicados alumnos nos obsequiaron con un cerrado aplauso que llegó, por inesperado, al corazón de los peregrinos, a la vez que la profesora agradecía la explicación y comentaba que dedicarían una charla al Camino de Santiago.
Este imprevisto éxito nos hizo dudar de si seguir el Camino o incorporarnos en el colegio a la asignatura de “recreo”, única materia en la que posiblemente estuviéramos a la altura de aquellos jovencísimos científicos.
Anselmo Reguera.
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