viernes, 11 de junio de 2021

Filandón del Camino.( Junio 2021).


 Nueva entrega de actividad Filandón del Camino, que consiste en recopilar anécdotas que hayamos vivido en el Camino y que, sin duda, nos hacen recordar las muchas que hemos tenido todos. 

Recordamos lo que es un filandón.

El filandón es una reunión que se realiza por las noches una vez terminada la cena, en la que se cuentan en voz alta cuentos al tiempo que se trabaja en alguna labor manual (generalmente textil). Tal reunión se solía hacer alrededor del hogar, con los participantes sentados en escaños o bancadas. El filandón se sigue practicando en la provincia de León.

En esta ocasión las anécdotas son de Luis Perrino y de nuestro socio francés Marc Litricio, y como los dos son hospitaleros voluntarios, nos cuentan lo que les ocurrió cuando realizaban esta maravillosa misión. 

El Camino de Santiago es como un maestro que día a día te enseña algo nuevo que podemos aplicar en nuestra vida diaria.

 Corría el año 1999 y José Ignacio Díaz, coordinador de Hospitaleros Voluntarios, me dio el destino para mi segundo año como hospitalero en el mes de julio junto a dos ATS de Madrid, Marta y María. Era el Albergue Ribadixo de Abaixo, con 75 plazas que fue el último Hospital de Peregrinos antes de llegar a Santiago. El Rio Iso, que tenía una escalera que bajaba hasta su cauce donde los peregrinos se lavaban los pies, protegía este lugar de tanta historia rodeándolo al que se accedía a través de un puente medieval de un solo ojo. Tenía tres cabañas de piedra para quienes peregrinaban a Santiago, con duchas exteriores, cocinas con menaje, los dormitorios con dos alturas amuebladas con literas y taquillas, y una casita para los Hospitaleros con cocina, baño, salón y dos habitaciones. 

Fuimos llegando los tres la víspera del 1 de julio para ser informados del funcionamiento y procedimiento de acogida por los hospitaleros de la segunda quincena de julio. Necesitábamos un tiempo para saber el funcionamiento y por la tarde nos organizamos. Dos de nosotros inscribiríamos a los peregrinos para sellar la credencial, pero antes un vaso de agua fresca con limón para relajar y entablar conversación sobre cómo les había ido la etapa y resaltando que después de una ducha podrían preguntarnos o pedirnos aquello que necesitaran. El tercero los iba colocando en la cabaña correspondiente y les informaba de los horarios y la alimentación.

 Pensamos que como la acogida y hospitalidad eran dos valores en el Camino de Santiago invitaríamos a cenar a un peregrino y a una peregrina cada día, detectando en ellos alguna necesidad o motivación, los hubo de todas las nacionalidades, por lo que deberíamos estar atentos para que la elección fuera lo más acertada. 

A las 6 de la mañana nos levantábamos dando los buenos días con Música de Amancio Prada. La despedida estaba llena de abrazos y de deseos de ¡Buen Camino!.

 Los peregrinos abrían su corazón en la cena contándonos su experiencia, su motivación y sus deseos. Ellos nos preguntaban:

 -Y vosotros por qué estáis aquí. 

-Hemos sido Peregrinos y queremos devolver al Camino lo que el Camino nos dio. Acogida, Hospitalidad y Convivencia.

 Todos los días durante 15 días 2 personas estuvieron invitadas. Al finalizar la cena les acompañábamos a sus chozas antes de las diez y prometíamos despedirles en su salida. 

Un día se rompió la norma de tener en la cena sólo a dos personas.

 Avanzada la tarde, llegaron 4 franciscanos italianos y otros peregrinos que venían con ellos. Los frailes llevaban sandalias en los pies sin calcetines, su hábito y un zurrón del que sacaron pan, nos invitaron y aceptamos. No cabía duda de que iban a ser nuestros invitados. Les acompañamos a su cabaña junto a sus amigos y nuestras dos ATS pese a no querer ellos les revisaron sus pies que hubo que curarlos y darles la noticia que estaban invitados a cenar con los Hospitaleros a las 8 de la tarde, se miraron sorprendiéndose y el responsable del grupo dijo:

 - Gracias por esta invitación, seremos puntuales y a esa hora estaremos a la puerta de vuestra casa.

 Nosotros estábamos nerviosos pero nos organizamos y como nuestra despensa estaba repleta preparamos la cena: unas lentejas con chorizo, patatas y carne, un vino y una tarta de Santiago que nos habían traído de Arzúa.

 A las 8 allí estaban a la puerta limpios sin polvo en su hábito, peinados y con algún esparadrapo o posit. Al sentarse hubo un silencio que pareció infinito cruzaron los dedos de las manos y se oyó: 

-Bendice Seños estos alimentos, paz a esta casa de hospitalidad y a los que habitan en ella. Roto este momento hablamos de sus vidas, nos contaron que querían hacer el Camino a Santiago como lo hizo San Francisco de Asís, tener una experiencia con peregrinos de todo el mundo con los que coincidían y regresar a Italia para contar las vivencias.

Se interesaron por saber quiénes éramos, cual era nuestra misión y si nuestro trabajo era valorado. A lo que contestamos que sí.

 Brindamos por su Camino y cuando íbamos a partir la tarta de Santiago escuchamos que un grupo de personas que les llamaban por su nombre y cantaban. Decidí salir para hablar con ellos y saber que ocurría. Eran tres parejas, uno de ellos se acercó: 

-Queremos agradeceros lo que habéis hecho con los frailes, vienen sin dinero se ofrecen a trabajar por la comida y nosotros les ayudamos. Ellos son merecedores de compartir con vosotros la cena, nunca lo olvidarán. Me quedé de piedra y entré en la casa para comentar que nos querían saludar a Frailes y Hospitaleros. Salimos y los aplausos, abrazos y besos nos hicieron compartir la tarta de Santiago, con los ojos vidriosos se retiraron a descansar mientras que nosotros desde la escalera les despedíamos. La campana de la ermita daba las 21:30 y ya el silencio se apoderó del albergue mientras que nosotros tres nos mirábamos y hacíamos los últimos comentarios. Había sido un día cargado de trabajo y de vivencias, cumpliéndose la cita bíblica:

 "Cuando acogéis a uno de estas personas me estáis acogiendo a Mi porque fui forastero y me hospedasteis.


 Luis Gutiérrez Perrino.



El peregrino de Bercianos del Real Camino

 Fue el 12 de abril, alrededor de las 19:00 horas, con mi esposa Brigitte por segundo año, estábamos casi terminando nuestra quincena de acogida en este soberbio refugio de Bercianos del Real Camino. Como todas las noches hay que preparar la comida, es la especialidad de Brigitte que a menudo comparte con estos maravillosos peregrinos españoles que vienen a ayudarla, a charlar y a compartir sus conocimientos de la buena cocina familiar; Por mi parte, me encargo de la acogida, lo más cálida posible, y cada 15 minutos Brigitte sale de la cocina y ojea la última línea del libro de registro para anotar el número de peregrinos que compartirán nuestra comida; estamos en 28 y le preocupa ver llegar tarde, como la semana pasada, a un grupo de 12 alegres peregrinos que se sorprenden al descubrir que en Bercianos la cena forma parte de la tradición de la acogida. 


Un peregrino en bicicleta venía de lejos y Brigitte le preguntó "¿has visto a muchos peregrinos a pie dirigiéndose hacia nosotros? Desde aquel día de la semana pasada en que pasamos de 8 a 20 personas en un instante, quiere anticiparse todo lo posible para que la excelente "sopa de verdura con pollo y garbanzos" sea suficiente incluso para los grandes comensales, que suelen ser muchos... 

Pues bien, la respuesta del ciclista es que no, que acaba de ver a unos 2 km de distancia a un hombre muy alto, sin mochila, con un gran sombrero de cuero y un abrigo largo, que camina lentamente con un gran bordón en la mano; media hora después llegó a la entrada y se sentó frente a mí, poniendo una ramita de tomillo silvestre en el libro del refugio: Descubro que es francés, salido de su casa en las Cevenas, al sur del Macizo Central, se llama JeanCharles, es médico y padre de 5 hijos, pero sigue este camino "por la gracia de Dios" para unirse a la tumba del Apóstol; esta ramita de tomillo es su "donativo", y quiere mostrarme sus bolsillos totalmente vacíos dándoles la vuelta: no tiene nada, absolutamente nada, ni siquiera una botella de agua, salvo una pobre credencial descolorida y deformada. 

Hablamos e insiste en sus motivaciones de privación total, le ofrezco de todas formas, y acepta, una pastilla de jabón, una maquinilla de afeitar desechable, una toalla y se va a duchar; nos volvemos a encontrar en la mesa compartiendo la cena que aprecia especialmente mientras me explica las razones de sus elecciones de vida; La comida terminó con retraso después de que las canciones que cada nacionalidad había preparado. Los 3 peregrinos de Nueva Zelanda, calurosamente aplaudidos, tuvieron que repetir 4 veces, luego, como cada noche, nos reunimos en la capilla para un emotivo momento de oración internacional. 

Por la mañana, después de un copioso desayuno, los peregrinos que, tras estos buenos momentos compartidos, se han convertido en "nuestros peregrinos" nos dejan encantados con esta corta estancia inmortalizada por la tradicional foto frente a la hermosa puerta del refugio; Jean-Charles sale el último, le doy un copioso bocadillo y 2 manzanas, acepta y me dice, "gracias, me das algo que quizás pueda compartir con un peregrino más pobre que yo", y entonces le miramos mientras se marcha con paso lento hacia El Burgo Ranero.

Al día siguiente, preparamos el refugio para los hospitaleros de relevo, y al final de la mañana vamos a saludar a Pierre, hospitalero del refugio DomenicoLaffi, y luego nos dirigimos a Mansilla para despedirnos de Laura y Wolf, con quienes hablamos de JeanCharles:

 "Sin dinero, pidió hospitalidad para la noche, pero por la mañana cuando se fue le quitó la comida a la señora que viene a ayudarnos por la limpieza, y se sirvió de la nevera..." Todos nos echamos a reír cuando señalo su generosidad al permitir que Jean-Charles comparta su comida con alguien más pequeño que él...

 Marc Litricio


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