a viajeros jacobeos
nos recibió ese domingo
con atmosféricos ecos
tan azules, tan radiantes
que todo aquel paragüeo
que la gente transportaba…
al pairo se fue con ello.
Porque…hay que ver, ¡madre mía!
cada cual lleva un pertrecho
que, ni aun
con chuzos de punta
que allí cayeran del cielo,
pasaría casi nadie
un mínimo sufrimiento.
* * *
Partimos, la expedición,
desde el hostal de
Canero,
donde repusimos fuerzas
con efectos milagreros
el dominguito anterior
con un pote grande, excelso.
Que muchos ya lo dijimos
encantados y contentos:
esto, cualquiera diría,
no es Canero, es Canedo,
el exquisito recinto
que allá en las tierras del Bierzo,
con esmero cuida Prada,
entre vinos y pimientos.
* * *
hasta de Vega en su Puerto
fue tan tranquilo y feliz
que no hubo acontecimientos
aquí dignos de traer
como concretos recuerdos.
No es extraño que la gente
en su ensimismamiento,
tres miradas dirigía
casi con arrobamiento:
el azul terso del mar,
que, fundido
con el cielo,
bellísima imagen daba
cual fiel fondo del paseo
Los márgenes del camino
no eran menos halagüeños,
que tanta envidia nos dieron.
¡Uno aquí, en estos leones,
cultivando con esmero
y verdadera obsesión
durante todo el invierno
calas y hortensias que, ¡ay!
nunca a pájaros nuevos
nos suelen llegar a algunos…
a pesar de los desvelos!
Por eso verlas allí,
nacidas en el sendero
era como estar mirando
nuestros cardos borriqueros.
Claro que algunos tan burros
somos en lo de los tiestos
borricos nos volveremos
A la izquierda el campo iba
mostrando sencillos cerros,
con bosquedal
más liviano
que el visto en otros paseos.
* * *
Luarca era la estación
primera que allí tenemos
para reponerlas
fuerzas,
que razonables esfuerzos
nos habían debilitado,
aunque …¡tampoco era eso!
Claro que para un Rioja
una cerveza o un Bierzo
de razonable pretexto.
Algunas, con buen sentido
en Luarca descubrieron
esa doble condición
que tiene los alimentos:
el de la misa de doce
Y el otro, allá en el puerto,
con mesita y con mantel,
¡sí, señor!...así hay que hacerlo,
* * *
Después de esa singladura,
con los bocatas repuestos,
sin darnos cuenta nos vimos
abocados ya hasta el Puerto
mas….dicen bravo y fiero.
Recoleto, dominado
por bastiones fuertes, recios,
nadie puede imaginar
allí la fuerza del viento.
Ni imaginar uno puede
que allá en los lejanos tiempos
las ballenas se acercaran
para delicia del pueblo
que, en fiesta tumultuosa,
los trabajos balleneros
raudos llevaban a cabo
los mayores y pequeños.
Bien claro lo comprobamos
en las piezas del mueso,
para un pueblo tan pequeño.
Con lo cual, dicha jornada,
alegres y satisfechos
nos dejó a todos nosotros
con aquel feliz paseo.
Y aquí se acaba la etapa,
no la etapa, sí su eco
en estos ripios que quieren
ser humilde documento
de otra etapa del Camino,
de ese Camino
norteño
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Texto: Nicolás
Miñambres
Fotografía: Marta Román
1 comentario:
Bonito el romance con las fotos. Muy conseguido el acople de ambas expresiones artísticas.
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